lunes, 27 de diciembre de 2010



ANTONIO  LÓPEZ  HIDALGO 

“Yo me hubiese quedado dormido en su piel como el gato perezoso que busca a su dueño. De vez en cuando me pregunto por qué no lo hice. Y esa creo que es una desventura mayor que la de aquellos que nunca supieron qué es la felicidad”
¿Realidad?  ¿Ficción? No importa. La narración de Antonio López  nos sitúa más allá de  nuestra realidad cotidiana  pero quiere parecernos una ficción. Por pura envidia.  Brasil y sus playas, el sol, la sensualidad y el amor. Esos  tópicos de postal turística en este relato se transforman en una verdad tangible, sencilla y hermosa.
Breve e intensa, esta historia  termina cuando apenas ha comenzado. Tenía que ser así, nos señala el autor - protagonista. Tendremos que creerle.

Eloína Calvete García 

lunes, 20 de diciembre de 2010

HERMOSA, TENAZ, VALIENTE, LUCHADORA

Me gusta verla sonreír, en sus mejillas se dibujan dos simpáticos hoyuelos que le dan a su rostro  un aire infantil. Últimamente siempre está seria, triste, como ausente. Su mirada se pierde en la distancia.
Le hablo todos los días, me siento a su lado y le recuerdo aquellos otros días tan lejanos. Cuando cantaba mientras faenaba en casa: “Ojos verdes”, “La bien pagá”, “María de la O”. Su voz quebrada me estremecía, la escuchaba  embelesada. A veces  me ponía a llorar de emoción  y ella siempre decía: “No seas tonta,  sólo son historias; como los cuentos,  pero con música”.
También disfrutaba cosiendo. Si  las faenas de la casa le dejaban un rato, se sentaba  en el patio y cogía su caja de costura, una antigua lata de galletas. Me parece verla encorvada sobre cualquier prenda, susurrando canciones siempre. Nos hacía la ropa, aprendió  en un taller camisero en el que entró a trabajar con apenas doce años. Siempre recordaba el momento de entregar las prendas, ella era la aprendiza y le tocaba hacer el reparto. ¡Qué bien lo pasaba recorriendo las calles y sintiéndose libre e importante!
Nunca estaba quieta. La casa era muy grande, éramos cinco hermanos y dábamos mucha guerra. Pero le encantaba vernos sentados alrededor de la mesa del comedor. Nos miraba orgullosa, siempre fuimos para ella su mejor obra. Todo su esfuerzo se centraba en nosotros, se olvidaba de sí misma para darnos  lo mejor. Nunca nos faltó de nada, aunque tuviera que pedir dinero prestado. No fuimos conscientes de los apuros que pasó hasta que crecimos. Un día la descubrí llorando, me asusté, estaba siempre tan risueña que tuve miedo. Enseguida me tranquilizó:”No es nada pequeña, cosas de mayores”
Ahora me gusta acariciar su pelo, abundante y  blanco, muy blanco. Ayer era rizado y negro, muy negro. Se lo recogía a ambos lados de la cara con horquillas. A veces en un moño apretado. Envidiaba esa melena azabache que yo no había heredado. ¡Era tan guapa! Cuando íbamos por la calle me daba cuenta de las miradas que le dirigían hombres y mujeres. Se arreglaba mucho para salir, siempre con esos enormes tacones que a mí me resultaban tan incómodos. Elegante, moderna, arrolladora. Toda una mujer, segura y orgullosa de serlo. Nunca se planteó la igualdad, ni la discriminación de género. Si creía que algo era justo, luchaba por ello. Se enfrentó con administraciones y directores de colegios. Con jueces e inspectores. Siempre decía que nosotros, sus hijos, éramos su motor, su fuerza.
“¿Quién eres?”, pregunta al verme. No me reconoce. “Soy yo mamá, tu hija”. “¿Sí? Bueno,  si tú  lo dices”. He aprendido a no insistir, me siento a su lado y comienzo a hablar. Pero ella está lejos, de vez en cuando me mira desconfiada. Creo que piensa que estoy confundida pero me deja que acaricie sus manos. Me deja tocar su pelo y tararearle alguna de sus canciones preferidas. A pesar de todo, a pesar de su olvido,  me sigue consolando. Vuelvo a sentirme segura. Quizás, en algún rincón de su mente, aún guarde el recuerdo de aquella niña que fui. No importa si no sabe quién  soy. Yo sé muy bien  quién es ella, mi madre. Hermosa, tenaz, valiente, luchadora.
                                                                                                                                                      ELOÍNA CALVETE GARCÍA

lunes, 13 de diciembre de 2010

ÉBANO DE RYSZARD KAPUCINSKI



En Ébano, Ryszard Kapucinski se adentra en el continente africano huyendo de los lugares comunes. Vive en los barrios más pobres, enferma de malaria, se ve acosado por el miedo,  sufre el calor y la sed constantes, a veces, se llena de desesperanza. Pero su mirada recoge los instantes más verdaderos de las vidas de unos personajes apenas conocidos en nuestro mundo occidental.
Analiza el porqué de la pobreza de este ignorado continente arrasado por los blancos, por unos imperios coloniales que quisieron imponer unas costumbres ajenas a las distintas etnias que lo componían. Describe los paisajes, los ritos y las creencias que conforman el sentir del pueblo africano, o los sentires, porque cada pueblo es único y distinto. También nos habla de sus animales, de su flora y de su clima. Todo es observado con una mirada lúcida, comprensiva. No juzga, relata.
El calor, el miedo, la sed, el hambre, la soledad, la multitud, todos estos términos cobran un significado diferente en África. Nos hace percibir un mundo distinto al que conocemos a través de imágenes estereotipadas. Nos hace sentir incultos, desconocedores de una tierra que está aquí, al lado. Una tierra que hay que descubrir saliendo de las rutas turísticas y adentrándose en sus rincones. Como hizo él.
Conocer el continente a través de personajes como Salim, conductor de un camión, como Thiam y Yamar, hermanos y sin ocupación fija que invitan al periodista a compartir lo poco que tienen o  Madame Diuf  y su mercado ambulante,  se convierte en una aventura de la mano de Kapucinski. Son figuras reales y lugares remotos donde la supervivencia depende de un pozo de agua o de la sombra de un árbol. Lugares como Lalibela, con once iglesias cristianas del siglo XII comunicadas entre sí por medio de túneles subterráneos. Y Onitsha, la pequeña ciudad nigeriana cuya vida gira en torno a un socavón en la calzada.
Cuanto nos describe este periodista tiene la virtud de abrirnos los ojos a una realidad ignorada. Apenas podemos vislumbrar todo lo que llegó a descubrir en esas tierras. Al leer la crónica, nombres tan familiares como Amín Dada o Ruanda, cobran otro significado. La vida del dictador o las circunstancias de un país dividido por una guerra civil llegan hasta nosotros sin titulares, sin sensacionalismos. Hace una exposición de los hechos y que cada cual saque sus propias conclusiones. Su trabajo es contar historias y nos las cuenta.
En tiempos anteriores a la colonización, en África habían existido más de diez mil países, entre pequeños estados, reinos, uniones étnicas o federaciones. Aún queda mucho de aquella  diversidad, de aquel fulgurante mosaico que se ha vuelto un cuadro creado con terrones, piedrecillas, astillas, chapitas, hojas y conchas. Cuánto más lo contemplamos mejor vemos cómo todos esos elementos diminutos que forman la composición, ante nuestros ojos cambian de lugar, de forma y de color hasta ofrecernos un impresionante espectáculo que nos embriaga con su versatilidad, su riqueza, su resplandeciente colorido”.
Ésta es su visión y nos la traslada en su magnífica obra. África, según Kapucinski “es un océano, un planeta en sí mismo, un universo variado y riquísimo. Si lo llamamos África es sólo para simplificar y por pura comodidad. Aparte de la denominación geográfica, en realidad África no existe
Ébano es la crónica de los años que este periodista polaco pasó en África como corresponsal. Hay que leerla para adentrarse en la historia del vecino continente. Para saber porqué continúa siendo “el hermano pobre” del resto del mundo
                                                                                                                                    Eloína Calvete García 

miércoles, 8 de diciembre de 2010

CULTURA Y COMUNICACIÓN


Según la RAE la cultura es “un conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” La cultura es la trama, la urdimbre,  la argamasa de una sociedad. Es un ser  vivo que se adapta a los tiempos y a los hombres. Recoge sus necesidades e intenta completar sus vidas, cargarlas de significado. Y es a través  de la comunicación que la cultura alcanza a todos los elementos de un grupo social.  Cultura y comunicación van de la mano. No se pueden entender por separado.

Actualmente, el concepto cultura se une estrechamente al término “negocio”. En la sociedad capitalista los productos culturales son juzgados con óptica mercantil. “Tanto vendes, tanto vales”.  La cultura se relaciona con producciones estandarizadas que anteponen el éxito económico a la calidad. Pero hay esperanza, están surgiendo movimientos de rechazo ante esta situación. Uno de estos movimientos es el Foro Social Mundial de Porto Alegre (2001) que se basa en la proclamación de que “otro mundo es posible”.  Es posible un nuevo orden mundial que  apueste por una nueva sociedad, por una nueva  cultura. La cultura del creador autónomo, de expresiones alternativas que tengan espacios de difusión.

Y en este contexto, la figura del periodista cultural cobra su mayor significado. Una figura que reúne un poco de artesano y algo de asalariado. Un profesional que, como señala Tomás Eloy Martínez, tiene un “compromiso con la palabra a tiempo completo, a vida completa…”. Un trabajador  con vocación de servicio a la comunidad.  En él la cultura y la comunicación convergen. Se alían para hacer llegar al público la realidad cultural. En palabras de J.B. Rivera “Históricamente el grueso de los integrantes del vastísimo universo del periodismo cultural está integrado por intelectuales y artistas orientados vocacional o formativamente hacia esa esfera”. Estos profesionales tienen que enfrentarse con las exigencias de los medios y conjugar sus intereses con el mercantilismo de las grandes empresas. Se acercan a las expresiones artísticas desde la comprensión y el conocimiento y nos descubren sus entresijos. Y son ellos los que tienen que apostar por una nueva cultura.

Una  nueva cultura que  está encontrando otras  vías de difusión. En la red se multiplican las páginas que difunden contenidos específicos. Es un camino abierto a expresiones artísticas marginales,  que no hallan  cabida en los medios tradicionales. Nuevas tecnologías que se abren a un universo alternativo. Otro  ejemplo de la simbiosis entre cultura y comunicación. Ejemplo de la necesidad de conjugar ambos conceptos de la mano de profesionales que afronten el reto de transformar los contenidos  de  una  industria cultural  que sólo ofrece   productos de mercado.

En la nueva sociedad  que defiende el Foro de Porto Alegre la cultura debe recuperar su espacio.  Resistirse al mercantilismo. Porque, como explica Vidal-Beneyto,  “la resistencia cultural es el único medio de supervivencia de la cultura”


Eloína Calvete García

VIVIR DEL "CUENTO"

Isabel Gallego  es animadora sociocultural, su especialidad es la animación a la lectura  y oferta sus actividades en colegios,  asociaciones y bibliotecas. A pesar de su juventud, apenas tiene 25 años, su experiencia laboral es amplia. Es una trabajadora autónoma muy conocida en los ambientes bibliotecarios de los centros cívicos. Como ella misma comenta: “si gustan tus actividades en un sitio, funciona el boca a boca, te recomiendan”.

Actualmente se están realizando, a nivel institucional,  diversas actuaciones que recuerdan  la figura de Antonio Machado.  Isabel es toda una experta en planear actividades que se relacionan con el escritor y su obra y la reclaman muy a menudo.  Bormujos,  El Aljarafe o Tomares,  son distintos puntos de la provincia sevillana que recorre esta chica animando a la lectura a niños y mayores. En Valencina trabaja en  tres clubs de lectura, dos son de adultos y uno es infantil  o familiar, como ella le llama: “una vez al mes vienen los papás  y las mamás. Para que no sea sólo que los niños leen un libro sino que en casa lean el libro con ellos”. Isabel señala que la crisis económica también está afectando a su trabajo. Los ayuntamientos recortan los presupuestos destinados a cultura y la llaman  menos,  aunque reconoce que el interés por las actividades de animación a la lectura aumenta cada día.

 En el gremio de animadores socioculturales  hay bastante gente joven, en las bibliotecas de los distritos sevillanos podemos encontrar a muchos de estos profesionales trabajando.  Isabel acude todos los viernes al Centro Cívico El Esqueleto del Polígono Sur. “La hora del cuento”, de cinco a seis de la tarde, reúne  a niños de 8 a 12 años que interactúan con ella en la lectura de un libro infantil. Es un proyecto anual, esto supone una oferta de precio especial para los organismos que contratan los servicios de animadores y una cierta estabilidad laboral para estos chicos y chicas.

La animación sociocultural es una profesión  nueva que intenta abrirse camino en nuestra sociedad. En España, la formación tiene tres  niveles: Técnico Superior en Animación Sociocultural (FP),  Diplomado en Educación Social o Licenciado en Pedagogía Social. El animador sociocultural trabaja con colectivos dentro del campo educativo y aplica técnicas de dinámica de grupos para establecer vínculos entre los participantes en las actividades que diseña. El trabajo que realizan es muy importante a nivel social, es una nueva forma de acercar la cultura, en general, y los libros, en particular,  a una sociedad que apenas tiene tiempo de leer.

Isabel comenzó trabajando  la animación genérica pero ahora se dedica de manera  especial  a la lectura. Niños y  mayores, adolescentes y Tercera Edad encuentran en profesionales  como ella un modo  diferente de entender los libros y los cuentos. Leer deja de ser un acto individual y solitario para convertirse en una forma de socialización, de encuentro con los demás. Isabel Gallego vive “de” y “por” los libros, por los cuentos. Una bonita manera de ganarse la vida.

                                                                                                                                   Eloína Calvete García