miércoles, 31 de agosto de 2016

Mil y pico de horas

MIL Y PICO DE HORAS

El mes de julio se fue y se acercan inevitables los últimos días de agosto, la  etapa final de mis largas vacaciones. Mis andanzas veraniegas han encontrado eco en este escaparate que es Facebook, he intentado describir aquí mis rutinas diarias; ha sido una bonita forma de ocupar los ratos de ocio enlazando mis dos pasiones favoritas, la escritura y la fotografía. La escritura, junto con la lectura, me apasionan desde pequeña, desde hace ‘miles’ de años; la fotografía no hace mucho que se convirtió en pasión, en necesidad, en otra forma de expresar mis emociones, vivencias y sensaciones. Ahora conocéis un poco mejor mi lugar de veraneo, Matalascañas, la playa onubense que cada fin de semana estalla de vida. La playa de ‘la piedra’,  esa que tiene un faro peculiar y único rodeado de pinares y dunas; con el Coto de Doñana y El Rocío tan cerca que se puede visitar todo en una misma jornada. Matalascañas, con su carretera Norte, la autopista adornada con originales rotondas; el litoral con camellos y caballos en un Parque Dunar de escaleras y rampas infinitas. Matalascañas.
Se acerca pues el momento de las despedidas, es tiempo ya de caminar por el sendero de tablas para echar una última ojeada al faro y hacer la enésima fotografía; tiempo de recorrer la carretera Norte con la primera sombra de nostalgia y observar melancólica los tonos azules de la piscina comunitaria, tiempo de ascender por la penúltima rampa del parque… Sí, se avecina el final de mis reseñadas vacaciones. He relatado aquello que he creído curioso o diferente, aquello que he juzgado acertado compartir con palabras e imágenes. Sin embargo, estos dos meses han dado para más; playa, piscina, paseos, breves excursiones y talleres se han cruzado con  otras vivencias que pertenecen al ámbito más personal, que no se pueden(o yo no sé) recoger en una fotografía. Experiencias acumuladas en historias y relatos que quizás nunca vean la luz, escritos entre la arena y el mar, con la complicidad de la noche. Dos meses, sesenta días, mil y pico de horas que han transcurrido cautelosas; algunas, registrando mis risas y mis lágrimas, otras, censurando mis escritos o juzgando mis  fotografías. Sin olvidar esos momentos de sempiternos soliloquios, buscando explicación a situaciones dolorosas e inexplicables, momentos de soledad compartida con mi  ‘máquina’, con este ya imprescindible artefacto que se ha convertido en prolongación de mis brazos. Horas gozosas de lectura y ratos entretenidos de pasatiempos. Horas en blanco y  en negro, horas eternas, horas efímeras, mil y pico de horas…
Poco me queda que añadir, en esta ocasión acompaño mis palabras con una miscelánea fotográfica de veraniegas burbujas, una  mezcla de instantáneas elegidas entre las que he realizado en estos meses. Impresiones y recuerdos atesorados que de nuevo comparto. Espero que unas y otros reflejen lo que han significado para mí estos días, este largo, fotogénico y literario verano de dos mil dieciséis.