sábado, 22 de octubre de 2016

Simbiosis


La trepadora planta circunda la farola,
un asombroso abrazo de perfil peculiar.
El enhiesto farol  y la agreste enredadera
viviente ensambladura, extraña afinidad.
Simbiosis admirable de insólitos simbiontes,
retrato de concordia, de reciprocidad:
la trepadora planta descubre las alturas,
otorgando viveza al templado fanal.
La hiedra y la farola, de natural dispar,
perfilan una imagen de resuelta belleza,
ideal de armonía, espejo de hermandad
La bulliciosa yedra y el sereno fanal,
en entrañable lazo, se elevan hacia el cielo,
pregonando locuaces su firme voluntad.
                                                          ECG

martes, 13 de septiembre de 2016



En su rostro se  reflejan las escasas horas de sueño y los días de trabajo agotador tras la barra del bar; antes descansaba un día a la semana, los domingos; actualmente, ni eso puede permitirse. Los pagos se acumulan, alquiler, hipoteca, seguros, sueldos, proveedores, impuestos, no hay tregua ni sosiego para ella. Hace años que la conozco, que acudo a desayunar cada mañana, observo su trajín y me admira, me asombra ese coraje para seguir adelante, para plantarle cara al destino.
 Tiempo atrás decidió cambiar su vida, se lanzó en caída libre y comenzó un recorrido que, en principio, le mostró su cara más risueña. A veces me habla de aquellos primeros años de bonanza, su rostro se ilumina al recordar cuán feliz y segura se sentía.  Pero todo cambió con la condenada crisis, con una crisis que se ha llevado por delante vidas y bienes, una crisis que parece no tener fin, a pesar de supuestos ‘brotes verdes’, ‘luces al final del túnel’ y otras simplezas por el estilo que solemos escuchar.
Por la tarde, cuando tiene un rato y  charlamos entre café y café, me confiesa que tiene miedo, teme no hacer frente a los pagos y perder su piso, teme enfermar; teme que todos le den de lado… Sí, tiene miedo, pero respira hondo y  continúa, desde las seis de la mañana a las seis de la tarde, de lunes a domingo, de enero a diciembre. Es entonces cuando le recuerdo que es fuerte, decidida y valiente, que todos tenemos nuestros temores, que la valentía no es ausencia de miedo, es esa capacidad suya de sobreponerse a las dificultades y enfrentarse a la flaqueza que a veces la atenaza. Ella sonríe y asiente. Le digo que ha demostrado, y demuestra cada día, una decisión y firmeza de la que muchos carecen y que, antes o después, su tremendo esfuerzo se verá recompensado.
 Y no lo digo por decir, no hablo por hablar. Para mí es un ejemplo de resistencia, de coraje, de audacia. Son ya muchos años detrás de esa barra, dirigiendo el bar, cerrando las bocas de aquellos que no apostaban un duro por ella y superando trabas, zancadillas, comentarios malévolos y malos augurios.  Incontables han sido y son los momentos de dudas e incertidumbre, de querer y no poder alcanzar la tan ansiada seguridad; muchos años, muchas dudas, mucho miedo, sí, pero ahí está, avanzando contra corriente, a pesar de todo, a pesar de su eterno cansancio.  
Nuestras charlas son a veces muy largas, cuando el tiempo y la falta de clientes lo permiten;  hablamos de todo en general y de nada en concreto. La familia, los hijos, los clientes, el pasado o el futuro; cualquier tema, persona, personaje o personajillo merecen nuestra atención. Son buenos momentos de recuerdos y confidencias, resolvemos dudas o descargamos nuestras conciencias de supuestos errores que, la mayoría de las veces, no son más que inseguridades. Espero y deseo que estas conversaciones sean tan beneficiosas para ella como lo son para mí; nuestra particular terapia nos permite descubrir ‘lugares comunes’, experiencias y recelos compartidos, ilusiones y esperanzas remotas y cercanas, vivencias del ayer y empeños de futuro.
Un futuro que me permito vaticinarle feliz. Porque es fuerte, decidida y valiente, porque planta cara a la vida, porque resiste y se lo merece; porque la aprecio y admiro, porque es una gran mujer y una buena amiga, porque siempre hay esperanza, porque los sueños se cumplen; en definitiva, porque la conozco y estoy segura de que su voluntad, su envidiable y poderosa voluntad,  se impondrá a los contratiempos y a sus temores.
ECG

miércoles, 31 de agosto de 2016

Mil y pico de horas

MIL Y PICO DE HORAS

El mes de julio se fue y se acercan inevitables los últimos días de agosto, la  etapa final de mis largas vacaciones. Mis andanzas veraniegas han encontrado eco en este escaparate que es Facebook, he intentado describir aquí mis rutinas diarias; ha sido una bonita forma de ocupar los ratos de ocio enlazando mis dos pasiones favoritas, la escritura y la fotografía. La escritura, junto con la lectura, me apasionan desde pequeña, desde hace ‘miles’ de años; la fotografía no hace mucho que se convirtió en pasión, en necesidad, en otra forma de expresar mis emociones, vivencias y sensaciones. Ahora conocéis un poco mejor mi lugar de veraneo, Matalascañas, la playa onubense que cada fin de semana estalla de vida. La playa de ‘la piedra’,  esa que tiene un faro peculiar y único rodeado de pinares y dunas; con el Coto de Doñana y El Rocío tan cerca que se puede visitar todo en una misma jornada. Matalascañas, con su carretera Norte, la autopista adornada con originales rotondas; el litoral con camellos y caballos en un Parque Dunar de escaleras y rampas infinitas. Matalascañas.
Se acerca pues el momento de las despedidas, es tiempo ya de caminar por el sendero de tablas para echar una última ojeada al faro y hacer la enésima fotografía; tiempo de recorrer la carretera Norte con la primera sombra de nostalgia y observar melancólica los tonos azules de la piscina comunitaria, tiempo de ascender por la penúltima rampa del parque… Sí, se avecina el final de mis reseñadas vacaciones. He relatado aquello que he creído curioso o diferente, aquello que he juzgado acertado compartir con palabras e imágenes. Sin embargo, estos dos meses han dado para más; playa, piscina, paseos, breves excursiones y talleres se han cruzado con  otras vivencias que pertenecen al ámbito más personal, que no se pueden(o yo no sé) recoger en una fotografía. Experiencias acumuladas en historias y relatos que quizás nunca vean la luz, escritos entre la arena y el mar, con la complicidad de la noche. Dos meses, sesenta días, mil y pico de horas que han transcurrido cautelosas; algunas, registrando mis risas y mis lágrimas, otras, censurando mis escritos o juzgando mis  fotografías. Sin olvidar esos momentos de sempiternos soliloquios, buscando explicación a situaciones dolorosas e inexplicables, momentos de soledad compartida con mi  ‘máquina’, con este ya imprescindible artefacto que se ha convertido en prolongación de mis brazos. Horas gozosas de lectura y ratos entretenidos de pasatiempos. Horas en blanco y  en negro, horas eternas, horas efímeras, mil y pico de horas…
Poco me queda que añadir, en esta ocasión acompaño mis palabras con una miscelánea fotográfica de veraniegas burbujas, una  mezcla de instantáneas elegidas entre las que he realizado en estos meses. Impresiones y recuerdos atesorados que de nuevo comparto. Espero que unas y otros reflejen lo que han significado para mí estos días, este largo, fotogénico y literario verano de dos mil dieciséis.


sábado, 21 de mayo de 2016



Y MÁS

La batalla comenzó al amanecer. Los combates se iniciaron con las primeras luces del alba. La lucha desigual continuó durante días y más días, sin tregua ni descanso. El cielo se oscureció; proyectiles y más proyectiles se descargaron sobre una multitud empeñada en recuperar su vida y su libertad. Hombres y más hombres, mujeres y más mujeres, codo con codo, todos a una. ¡¡¡Libertad o muerte!!! Gritaban. Gritos y más gritos de gargantas enrojecidas, enardecidas, vibrantes y osadas.
¡¡¡Libertad o muerte!!! La eterna canción de los pueblos oprimidos, invadidos, avasallados, subyugados por una u otra causa. La batalla comenzó al amanecer de un día que después pasó a la historia. Batallas y más batallas. Combates y más combates. Guerras y más guerras ¡¡¡Libertad o muerte!!!


ECG

jueves, 14 de enero de 2016

La guerra no tiene rostro de mujer

RESEÑA

La guerra no tiene
 rostro de mujer
Svetlana Alexievich


“En el ejército soviético hubo cerca de un millón de mujeres…Incluso llegó a surgir cierto problema lingüístico: hasta entonces para las palabras ‘conductor de carro de combate’, ‘infante’ o ‘tirador’ no existía el género femenino…El femenino de estas palabras nació allí mismo, en la guerra…”


De nuevo me sumerjo en la lectura de un libro de Svetlana Alexievich, reconozco que atraída por sus ‘voces’, esas voces realistas y sinceras que, en esta ocasión, rememoran las circunstancias trágicas de una contienda analizada hasta la saciedad desde distintas perspectivas. Sin embargo, su historia, la historia de cientos de mujeres combatientes en las filas del denominado ‘Ejército Rojo’ durante la 2ª Guerra Mundial, es poco conocida.

 Svetlana se acerca a los testimonios desde su condición de mujer. Más que nunca, su mirada femenina se muestra en este libro protagonizada por otras mujeres. Ajena a las historias bélicas relatadas por y para los hombres, decide que hay otras narraciones que deben ser oídas. “¿Por qué, después de haberse hecho un lugar en  un mundo que era del todo masculino, las mujeres no han sido capaces de defender su historia, sus palabras, sus sentimientos? Falta de confianza.” Y temor, temor a no ser comprendidas, temor a ser juzgadas y descalificadas como ejemplos poco edificantes. No les faltaba razón. En muchos casos, al volver de la guerra, fueron tachadas de impúdicas y deshonestas por otras mujeres que no entendieron su necesidad de luchar, de defender su forma de vida y sus costumbres.

La pluralidad de voces que componen el libro nos ofrece turbadores relatos de muerte y horror; narrados con sinceridad y entre lágrimas, ellas no han podido o no han querido olvidar lo que vivieron. Tristeza, miedo, desesperanza, pero también encontraron momentos para la poesía y el amor. Algunas narraciones son breves, otras se extienden en matices y detalles que emocionan por su realismo y sencillez. Todos los episodios conmueven.

 “En lo que narran las mujeres no hay, o casi no hay, lo que estamos acostumbrados a leer y a escuchar…los relatos de mujeres son diferentes y hablan de otras cosas. La guerra femenina tiene sus colores, sus olores, su iluminación, su espacio”. Svetalana escribe otra historia de aquella guerra. La historia de las mujeres.                                                                            

   Eloína Calvete