miércoles, 23 de noviembre de 2011

HISTORIA UNIVERSAL DE LA DESTRUCCIÓN DE LOS LIBROS De las tablillas sumerias a la guerra de Irak.


 “Allí donde queman libros, acaban quemando hombres”
 Heinrich Heine
El escritor venezolano Fernando Báez divide en tres partes la historia de la Humanidad: el Mundo Antiguo, desde la Era de Bizancio hasta el siglo XIX, y el siglo XX y los inicios del XXI. Hace un exhaustivo recorrido por la cronología de los textos escritos, como indica en el título de su obra, “desde las tablillas sumerias a la guerra de Irak”.  Comienza  y concluye el relato en el mismo lugar, la antigua Mesopotamia, hoy el sur de Irak, “entre los ríos Tigris y Eúfrates”. Donde nació la escritura, en la cuna de nuestra civilización.
Es una trayectoria circular por más de 5.000 años de historia plagada de destrucción de testimonios escritos, por causas naturales o menos “naturales”. Desastres provocados por la naturaleza o por la mano del hombre han terminado con siglos de cultura, de conocimientos, de memoria, sepultados en el olvido. El fuego y el agua o la ignorancia y la envidia se convirtieron, y aún se convierten,  en aliados contra los testimonios escritos haciendo realidad la cita de Heine que introduce el libro: “Allí donde queman libros, acaban quemando hombres” (pág. 13)
Porque el ser humano nunca ha dejado de destruir libros, ni de aniquilar a sus semejantes. Y esta es la historia que nos relata Fernando Báez, una historia de desolación. De soberbia, envidias, rencores, ignorancia y prepotencia. En el Mundo Antiguo, en la época de las tablillas, de los papiros y los pergaminos, las rivalidades entre ciudades-estado o entre filósofos endiosados hicieron que acabaran convertidos en ceniza los escritos de diferentes autores. La desaparición de importantes bibliotecas, como las de Alejandría o Pérgamo, aún resulta una pérdida dolorosa para los que reconocen el valor de los textos que acumulaban.
“La historia de la Grecia clásica… es también la historia de decenas de bibliotecas desaparecidas” (Pág. 75). En Atenas, en Rodas, en Delfos. En Chipre, en Siria, en Milasa. En toda la zona de influencia helénica desaparecieron bibliotecas. Obras de autores conocidos y desconocidos. Todo el saber de una época de esplendor cultural de la que sólo se conoce una mínima parte. También la historia de Israel y la de  China están plagadas de destrucción de textos. ¿Causas? Motivos religiosos o cuestiones de poder, siempre se repiten las circunstancias que conducen a la desaparición de los libros. En la Roma Imperial y en los albores del Cristianismo el fuego también consumió innumerables documentos. El fuego que transformó en cenizas los conocimientos, los pensamientos, las reflexiones del Mundo Antiguo. “Al destruir con fuego el hombre juega ser Dios, dueño del  fuego de la vida y de la muerte” (pág.24)
La época oscura de las Cruzadas deja la cultura occidental en manos de los religiosos, el saber se esconde en los monasterios y el acceso a los textos  se reduce a unos pocos, pero ni aún así se salvan de las llamas. Y en Bagdad se quemaron libros y se destruyó la gran biblioteca de El Cairo en 1068. La suma de textos destruidos no cesa de aumentar a medida que nos adentramos en el relato de Fernando Báez. En la España Musulmana y en el México de Fray Juan de Zumárraga. En Oriente y Occidente, en Estados Unidos, en Alemania y en Italia. En el “nuevo” y en el “viejo” mundo el fuego devora  textos. Por muchas y equivocadas razones, por cuestiones políticas, religiosas o  morales a las que se unen las catástrofes naturales. Como el  incendio que destruyó los 35.000 libros de la Biblioteca del Congreso norteamericano en 1851. Poco después, en 1881, William Blades escribió Enemies of books  y ofrece el primer estudio sobre la destrucción de los libros y las bibliotecas. En él distingue las siguientes causas: “fuego, agua, gas y calor, polvo,  negligencia, ignorancia, maldad…” (Pág. 198).
Llegados al siglo XX, la Guerra Civil española introduce una nueva etapa de desolación en la obra de Báez. Muerte de seres humanos y destrucción de textos se dan  la mano en un siglo que vendrá marcado por las dos guerras mundiales. Pérdidas irreparables para una humanidad que parece no aprender de errores pasados. En Madrid, en Asturias, en Barcelona, la contienda bélica como telón de fondo y la desaparición de bibliotecas como consecuencia del enfrentamiento fratricida. El “bibliocausto nazi” o el “libricidio serbio” curiosas denominaciones  de Fernando Báez, original juego con palabras que recuerdan la frase de Heine. Libros y hombres destruidos con pobres argumentos racistas e ideológicos. Prepotencia y presunción, vanidad humana al servicio de unas ideologías de superioridad racial cuyas consecuencias estremecieron al mundo. Y la bomba atómica, el horror supremo, la destrucción total. Además, “el siglo XX ha estado marcado por desastres naturales de toda índole: incendios, terremotos, inundaciones, maremotos, huracanes, tornados y devastaciones por volcanes. Cada uno de estos hechos ha causado devastación cultural” (pág. 244). Por si no fueran suficientes las acciones humanas.
Bibliotecas públicas y bibliotecas privadas, colecciones únicas y fondos olvidados. De norte a sur, de este a oeste. Regímenes censores, revoluciones culturales, dictaduras, fundamentalismo religioso…  suma  y sigue.  Pero las razones nunca fueron ni serán válidas. No hay argumentos que justifiquen la destrucción de libros.  A pesar de las voces que claman ante esta realidad, nada parece cambiar. Fernando Báez recorre la historia de la Humanidad y una y otra vez nos enfrenta a una realidad que no se puede dejar de lado. Hoy, ahora, en pleno siglo XXI, se siguen saqueando bibliotecas, quemando libros, destruyendo culturas y sepultando en el olvido los conocimientos ancestrales de generaciones y pueblos. Ni siquiera en la era electrónica, ni siquiera los e-books, los libros electrónicos, estarán a salvo de la desolación. Virus informáticos ideados por el hombre, ciberataques a páginas web y quién sabe qué inventará el ser humano en su afán destructor.
En el capítulo noveno de la tercera parte de su obra, el escritor venezolano dedica dos o tres páginas a   “los enemigos naturales de los libros” (Págs. 276 a 278). A saber, la polilla, dos familias de lepidópteros y otros raros insectos que se alimentan de distintos materiales con los que se fabrican o se han fabricado los libros: papel, tela cuero, textiles… Animalillos nocivos que durante siglos han devorado textos escritos. Entre ellos, alguna clase de hormiga e incluso una  avispa cartonera. Y, cómo no, las ratas. Sin embargo, el enemigo más “natural” de los libros no es otro que el hombre. Basta con leer la obra de Báez para darse cuenta de que ni los insectos más voraces  tendrán nunca la capacidad de destrucción que tiene el ser humano.
 Como muestra, un botón:
Bagdag (Irak), año 2003 (siglo XXI). “Ayer se produjo la quema de libros. Primero llegaron los saqueadores, después los incendiarios. Fue el último capítulo en el saqueo de Bagdag. La Biblioteca Nacional y el Archivo Nacional, un tesoro de valor incalculable de documentos históricos otomanos- incluyendo los antiguos archivos reales de Irak-se convirtió en cenizas a tres mil grados de temperatura…y las tropas estadounidense no hicieron nada…con la destrucción de las antigüedades del Museo Arqueológico Nacional y la quema del Archivo Nacional y después de la Biblioteca Coránica, la identidad cultural de Irak se ha borrado…”(crónica de Robert Fisk para The Guardián, recogida por F. Báez en pág. 293).
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 El libro de Fernando Báez es el resultado de una magnífica tarea de documentación. Una tarea ingente de investigación que habrá supuesto años de esfuerzo para el autor.  En cada capítulo se aprecia una labor de búsqueda de datos precisos y una  minuciosa anotación de detalles, nombres y fechas. Una labor concienzuda y sistemática  que puede resultar abrumadora para el lector. Los saltos en el tiempo, necesarios para una narración más amena, inducen a errores en cuanto a fechas y exigen una lectura atenta para evitar confusiones. Por lo demás, es un libro de lectura necesaria para  todo aquel que sepa apreciar  la belleza, el valor y, sobre todo, la fragilidad de los textos escritos.
Eloína Calvete García

martes, 20 de septiembre de 2011

EL SUEÑO DEL CELTA


Autor: MARIO VARGAS LLOSA
Lugar y fecha de publicación: Madrid, 2010  
Editorial Santillana Ediciones Generales, S.L.

África, República Independiente del Congo, 1903. Roger Casement, irlandés y cónsul británico, inicia un viaje que cambiará su vida y su forma de pensar. Gran admirador del aventurero galés Stanley y lleno de idealismo se adentrará  en la realidad de un continente dominado por las principales potencias coloniales de la época “El viaje que por fin emprendía duró tres meses y diez días. Roger pensaría después que ese periodo cambió su manera de ser y se convirtió en otro hombre, más lúcido y realista de lo que había sido antes, sobre el  Congo, el África, los seres humanos, el colonialismo, Irlanda y la vida” (pág. 80-81)
Las compañías extractoras de caucho y las fuerzas del  rey belga Leopoldo II tienen el control de  recursos y  nativos del Congo. Casement, enviado por el gobierno británico, debe verificar qué hay  de verdad en las denuncias que se hacen desde ciertos sectores de la sociedad sobre el cruel comportamiento de capataces y colonos con los habitantes del país. Comienza la andadura convencido de la malicia de los rumores y lo termina redactando un  Informe sobre el Congo que abrirá los ojos de la opinión pública europea y obligará a gobiernos y ciudadanos a cuestionarse  la supuesta labor “civilizadora”  que se ejerce en el continente negro. Por su parte, Roger Casement, defensor del espíritu colonialista, comienza a poner en duda  el derecho de determinadas  potencias a establecer su dominio sobre otros países  “…había descubierto la gran mentira que era el colonialismo y había empezado a sentirse “un irlandés”, es decir, ciudadano de un país ocupado y explotado por un Imperio que había desangrado y desalmado a Irlanda” (pág. 119- 120)
Y profundiza en la historia de Irlanda. Descubre su propio país, sus costumbres y sus tradiciones ancestrales. Se siente herido por un Imperio Británico que le colma de honores y nace en él un espíritu nacionalista en constante lucha contra los abusos de las grandes naciones. Es enviado a Brasil en una nueva misión  y otra vez se topa con la avaricia y la crueldad de aquellos que pretenden esquilmar las riquezas de la Amazonía y no dudan en someter a sus habitantes a los más duros trabajos y castigos. La Peruvian Amazon Company es la compañía peruana que extrae el caucho en la zona,  pero cuenta con una importante participación de capital británico “el Libro Azul sobre el Putumayo salió publicado en julio de 1912. Desde el primer día produjo una conmoción que, teniendo a Londres como centro, avanzó en ondas concéntricas por toda Europa, los Estados Unidos y muchas otras partes del mundo, sobre todo Colombia, Brasil y Perú”(pág. 324)
Cumplida su tarea, Roger Casement dedica sus esfuerzos a conseguir la liberación de Irlanda. Busca apoyos influyentes y entra en contacto secreto con políticos alemanes. Piensa que su país necesita la ayuda de una gran potencia para hacer frente al poder británico. Pero es descubierto y encarcelado. Ya no es un héroe humanitario, es un traidor a  la “patria” inglesa. Además de homosexual y pederasta,  según unos escritos aparecidos oportunamente, los Diarios Negros, que se le atribuyen al propio Casement. Fue condenado a morir en la horca en 1916. Sus restos mortales fueron devueltos a Irlanda en 1965. Recibidos con honores militares, reposan en el cementerio de Glasnevin. “La sinuosa campaña lanzada por la inteligencia británica para desprestigiarlo, utilizando fragmentos de sus diarios secretos, tuvo éxito. Ni  siquiera ahora se disipa del todo: una aureola sombría de homosexualismo y pedofilia acompañó su imagen a lo largo de todo el siglo XX” (pág. 448)

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Mario Vargas Llosa recupera la figura del irlandés Roger Casement en su novela “El sueño del Celta”. Sorprende descubrir la importante tarea que llevó a cabo y el desconocimiento general que existe sobre él. Quizás los prejuicios sobre su orientación sexual y su supuesta traición al gobierno inglés han pesado más que el reconocimiento a su labor de denuncia. A principios del siglo XX abrió los ojos del mundo a la realidad del colonialismo, lo desnudó de su aureola cultural y religiosa,  describió con todas las palabras  su verdadero significado: la explotación del hombre por el hombre motivada por intereses económicos. Y despertó algunas conciencias, además de la suya, pero “ni en el Congo ni en la Amazonía ha quedado rastro de quien tanto hizo por denunciar los grandes crímenes que se cometieron en esas tierras en los tiempos del caucho (pág. 450).

                                                                       Eloína Calvete García

jueves, 15 de septiembre de 2011

¡INDIGNACIÓN…REACCIÓN!



En poco más de 30 páginas “¡Indignaos!” [1]recoge el discurso de Stéphane Hessel. Este autor, de 93 años, miembro de la Resistencia Francesa y superviviente de un campo de concentración nazi,  aún es capaz de indignarse.  Y de lanzar  un reto a los jóvenes y menos jóvenes que se lamentan de la mala gestión de los políticos: no bastan las quejas, no es suficiente. Hay que indignarse hasta llegar a la acción, hay que demostrar que otra sociedad es posible, hay que exigir a los gobernantes, hay que luchar contra la dictadura del mercado capitalista, contra la mala gestión de los recursos naturales, contra el consumismo descarnado… Es el momento de pasar de las palabras a los hechos. Hessel promueve un levantamiento pacífico, un despertar de conciencias adormecidas que descubren que su mundo se desmorona. Hay que indignarse y reaccionar ante la crisis del sistema global empezando por nuestro entorno más inmediato.



Para  los autores de “Reacciona” ha llegado el momento de sacudirse la inercia. Por muchas razones y con una meta común: un cambio profundo en el sistema político, en la economía local y global  y en el entramado social. Es posible y  necesario encontrar la forma de sacudirse el miedo y exigir a los líderes que nos gobiernan. El mensaje de Hessel se dirige a los ciudadanos occidentales en general, el llamamiento en la obra común se ciñe a la población española. A todos aquellos que sienten que el universo conocido se tambalea y que escuchan las voces agoreras de políticos que anuncian “el fin de los tiempos”, de los tiempos de bienestar y “vacas gordas”.
El economista y escritor José Luis Sampedro señala que “es el momento de la acción entre todos porque otro mundo no sólo es posible, es seguro. Si mejor o peor, dependerá de nuestra reacción”[2]. Según Mayor Zaragoza “la igualdad, la justicia social, la conciliación y la armonía deben ser, como el medio natural, los fundamentos del mundo venidero”[3] y para el juez Baltasar Garzón hay que “reaccionar para  avanzar”, para dejar atrás, “los tiempos de la vergüenza, la mediocridad y la renuncia”[4]. Estas tres figuras, de reconocido prestigio nacional e internacional, nos llaman a la insurrección. Han unido sus voces a las de algunos periodistas y profesores universitarios que hacen en el libro un minucioso análisis de la crítica situación que atraviesa España. 
Juan Torres López, catedrático de Economía Aplicada; Àngels Martínez y Castells, doctora en Ciencias Económicas; Rosa María Artal, periodista y escritora; Ignacio Escolar, periodista; Carlos Martínez y Javier López Facal, profesores de investigación del CSIC; Javier Pérez de Albéniz, periodista y Lourdes Lucía,  licenciada en Derecho, examinan los distintos aspectos de esta crisis y sus posibles consecuencias en todos los  ámbitos de nuestra sociedad.
Como si quisieran dar respuesta al reto de Hesse, ellos han asumido su compromiso.  Es mucho lo que hay  en juego, hay que posicionarse y no dejarse llevar por el pesimismo.  No podemos perder la esperanza.  Tras la indignación, reacción.
                                                                                                                                    Eloína Calvete García


[1] Hesse, S. (2011). ¡Indignaos! Ediciones Destino, S.A.
[2]VV.AA. (2011). Reacciona. Madrid: Santillana Ediciones Generales, S.L.
[3] Íbidem
[4] Ïbidem

lunes, 16 de mayo de 2011

LA COMPLEJA REALIDAD DE UN TRASPLANTE

REPORTAJE
LA COMPLEJA REALIDAD DE UN TRASPLANTE
LA GENEROSIDAD ES LA CLAVE
Antes y después de una donación de órganos los equipos médicos y los pacientes trasplantados tienen muy clara su misión: multiplicar el valor de la vida que se ha perdido y devolver la confianza a los enfermos en lista de espera.
Eloína Calvete García
      En 2010, España se ha mantenido como  líder mundial en número de trasplantes (más de 4000) y tiene el mayor número de donantes por millón de habitantes (34,3). Además,  en los últimos meses, las noticias sobre técnicas  pioneras en implantes y cirugía trasplantadora han ocupado los titulares de los principales medios de comunicación del país. Los trasplantes son ya una realidad cotidiana, pero detrás de cada una de estas intervenciones hay distintos grupos de personas que ponen todo su empeño en mejorar las condiciones de vida de enfermos en listas de espera. En la mayoría de los casos, la donación se produce tras un fallecimiento y en ese delicado momento los coordinadores médicos y enfermeras tienen que apoyar a la familia y apelar a su generosidad. En pocas horas, equipos de médicos y cirujanos especialistas, sin horarios ni días festivos, activan un complejo proceso que termina transformando una muerte en una o varias vidas.  Para entender esta realidad, nada mejor que acercarse a la labor cotidiana de alguno de estos equipos médicos y a la vida diaria del paciente trasplantado. La primera visita es  al complejo hospitalario Virgen del Rocío de Sevilla, el mayor que existe actualmente en Andalucía, allí me ha citado la doctora Teresa Aldabó Pallas, Coordinadora Sectorial de Trasplantes de Sevilla y Huelva.  Espero conocer, de primera mano, el funcionamiento de una unidad de trasplantes. Comprender el entramado que hay detrás de esas intervenciones quirúrgicas.
       “La Organización Nacional de Trasplantes  depende del Ministerio de Sanidad, es un sistema de coordinadores que funciona como una red. Esta organización está dirigida por el doctor Matesanz y en cada autonomía hay un coordinador principal. A su vez, cada comunidad está dividida en sectores, en Andalucía hay cinco: Sevilla-Huelva, Córdoba, Granada- Jaén, Cádiz y Málaga – Almería. Somos pues cinco también los coordinadores sectoriales.La doctora acompaña sus palabras con lápiz y papel, va dibujando un gráfico que describe un sistema nacional estructurado, con unidades sectoriales perfectamente coordinadas. El Sector 5 es  Sevilla-Huelva, se compone de siete hospitales, además del complejo Virgen del Rocío. Macarena, Valme, San Juan de Dios, Infanta Elena, Juan Ramón Jiménez, Riotinto, Bormujos y Osuna son los centros hospitalarios que coordina Teresa Aldabó, y en cada uno de ellos hay otros coordinadores de trasplantes. En total suman  trece en el sector, ya que en algunos centros hay coordinadoras enfermeras. La mayoría de ellos son  intensivistas, profesionales destinados a las unidades de cuidados intensivos.
       Según me explica la doctora, en un principio solían ser nefrólogos,  ya que los trasplantes de riñón fueron los primeros que se realizaron en España. La evolución en las  técnicas quirúrgicas ha supuesto un cambio en  la especialidad de los coordinadores. Los donantes de órganos suelen fallecer en las unidades de cuidados intensivos y son los médicos de esas unidades los que tienen que detectar y valorar  al donante. “La labor fundamental de un coordinador es la búsqueda de donaciones, trasmitirle al hospital, a todos los profesionales, que no debe perderse un potencial donante. Coordinar los quirófanos y los equipos de implantes y evitar cualquier tipo de problema que pueda surgir” Teresa Aldabó  tiene muy clara su tarea y asegura que el avance en las técnicas de trasplantes ha supuesto un gran impulso para los hospitales y por tanto, es muy importante realizar una buena labor dentro y fuera de los centros médicos. La detección de un posible donante se realiza en el ámbito hospitalario, pero la promoción externa de la donación también forma parte de la tarea de un coordinador. En Sevilla, el doctor Pérez Bernal, anterior coordinador sectorial y ahora adjunto a la coordinación,  ha realizado y realiza una gran labor de difusión en colegios, institutos y asociaciones.
      Los coordinadores se eligen por su profesionalidad y por su capacidad de conectar con los demás, por su humanidad.  Como señala la doctora  la principal misión de un coordinador es convencer a la familia, es “el momento más importante, es el primer contacto y la actitud es fundamental para cambiar la muerte por algo tan hermoso como es dar vida a otras personas. Es de los instantes más duros, pero también más bellos”. Teresa Aldabó es la única mujer coordinadora sectorial en Andalucía, trabaja con un equipo compuesto por  jóvenes  coordinadores médicos y coordinadoras enfermeras con mucha experiencia en el trato con las familias. Entre todos han conseguido que el Sector 5 duplique sus donaciones en el último año y que el Hospital Universitario Virgen del Rocío sea número uno en trasplantes en Andalucía.
       “El año pasado hubo en el hospital 37 donaciones, esto supone una gran esfuerzo para todos, para poner en marcha la maquinaria cuando se produce la muerte encefálica y la familia dice sí. El primer paso es la valoración del donante, de cada uno de sus órganos, los datos se trasladan a la ONT y se asignan  según las características de los receptores en lista de espera a nivel nacional”. Si los órganos van destinados a comunidades distintas a las del donante, acuden equipos quirúrgicos especializados de cada lugar que se ocupan de las diversas extracciones. Todo perfectamente coordinado desde la organización nacional y en, más o menos, 12 horas. La doctora Aldabó puntualiza que  durante todo el proceso la familia del donante está acompañada e informada de los pasos que se van siguiendo “los coordinadores somos la custodia del donante, estamos en todo momento en quirófano, acompañamos el cuerpo hasta que lo llevan al tanatorio”. 
         La primera extracción es la hepática. El hígado es un órgano muy delicado,  y es el primero en ser valorado pues precisa una cirugía especial antes de ser implantado. En una segunda cita, el doctor Miguel Ángel Gómez Bravo, responsable de la Unidad de Trasplante Hepático del Hospital Virgen del Rocío,  toma el relevo a la doctora  y me explica cómo se realiza la intervención de extracción e implante de hígado: “Una vez valorado el órgano, si se establece que es válido y ha sido asignado a un paciente de nuestra lista de espera, se activa el proceso y se avisa al receptor. El hígado extraído es sometido a una cirugía de banco, es decir, en un quirófano se prepara para ser trasplantado, se reparan posibles anomalías o alteraciones”
       El doctor continúa señalando que los pacientes con enfermedades hepáticas tienen unos procesos quirúrgicos largos y complicados, con trastornos de coagulación debido a su enfermedad y que necesitan una monitorización muy precisa, una vigilancia exhaustiva de las constantes vitales durante la intervención. La fase anhepática, cuando ya se ha extraído el órgano enfermo, es la más complicada para el paciente. Una vez implantado el hígado sano se inicia el proceso de revascularización, es decir, se le da de nuevo entrada a la sangre y comienza a funcionar. El tiempo de la intervención oscila entre las cuatro y seis horas, según las características del enfermo trasplantado. Aunque el paciente permanecerá cuatro o cinco horas más intubado mientras se vigila su evolución.
      Una vez en la Unidad de Vigilancia Intensiva, comienza a ser tratado con medicación inmunodepresora, se trata de bajar sus defensas para evitar un posible rechazo del órgano implantado. De cuatro a seis días es la estancia en esta unidad antes de ser trasladado  a la planta de cirugía hepática. Ya en planta se le va ajustando la medicación necesaria y entre una semana y diez días después suele ser dado de alta. Comienza una nueva vida para el paciente, que se recupera en su entorno social y familiar y acude a los controles médicos establecidos según su evolución. La actividad laboral se podrá recuperar dependiendo de la edad y de las condiciones de trabajo, ya que hay determinadas tareas que no podrán realizar.
     Me señala el doctor Gómez Bravo que la escasez de órganos ha obligado a buscar otro tipo de trasplante hepático, el trasplante parcial o Split. En este caso, el hígado se divide en dos partes, una pequeña, para un receptor pediátrico menor de quince kilos, y la otra para un adulto. La capacidad del hígado de hipertrofiarse, es decir, de agrandarse para compensar lo que ha perdido, es la que permite este tipo de intervenciones, que suponen poder trasplantar a dos pacientes con una sola donación. Además de permitir trasplantes parciales de donantes vivos. Los niños tienen una lista de espera independiente, si son de bajo peso sus trasplantes suelen demorarse más porque hay pocos donantes pediátricos y las intervenciones se tienen que realizar a partir de una donación de vivo o de un trasplante parcial.
     El año pasado se realizaron en el Virgen del Rocío 59 trasplantes hepáticos, una cifra que sitúa al centro hospitalario sevillano entre los primeros a nivel nacional.  La unidad que dirige el doctor Gómez Bravo está formada por siete cirujanos que, además de los trasplantes, realizan cirugía del hígado y del páncreas. Son profesionales en constante formación que acuden a congresos y reuniones nacionales e internacionales para conocer los últimos avances médicos y farmacológicos relacionados con su especialidad. Además mantienen una relación constante con los pacientes trasplantados, una relación que va más allá de la puramente profesional. Conocer esa relación me lleva a una última cita, esta vez con los miembros de la Asociación Andaluza de Trasplantados Hepáticos “Ciudad de la Giralda”, que tiene su sede en Sevilla, muy cerca del Hospital Virgen del Rocío.
     Me esperan José Luis Sarmiento, Isidoro, Francisco Martín y Miguel C. Garzón, miembros de la directiva y trasplantados desde hace varios años. Tras las presentaciones explican que la asociación se creó en  1993 por iniciativa del coordinador médico José Pérez Bernal  y del doctor Ángel Bernardos Rodriguez, impulsor de los trasplantes hepáticos en Sevilla. Uno a uno van relatando sus distintas historias, distintas y a la vez, similares. Todos han visto cómo su vida se apagaba  y el trasplante se convertía en su única esperanza. Ellos han vuelto a nacer y ahora se dedican a los demás.
      José Luis Sarmiento es el presidente, lleva nueve años trasplantado y recuerda cómo sintió que el mundo se le caía encima cuando le diagnosticaron la enfermedad. El virus activo de la hepatitis B y un hepatocarcinoma habían destrozado su hígado y  tenía que  someterse a una operación de trasplante para sobrevivir. El doctor Pérez Bernal le animó a acompañarle en su campaña a favor de las donaciones. Con él recorrió escuelas y asociaciones, colegios y hermandades y su miedo fue desapareciendo: “los médicos son fabulosos, todos, todos los médicos que me atendieron y me atienden. Desde el doctor Sayago, que recibe a los enfermos para entrar en lista de espera, el doctor Bernardos o el doctor Gómez Bravo, forman un equipo que nos da tranquilidad”. Pero la figura más importante para todos es la del donante y su familia. No olvidan que gracias a ellos pueden seguir viviendo. Y su agradecimiento les ha llevado a realizar una labor de voluntariado que ejercen con los pacientes en lista de espera y con los recién operados.
      Isidoro es el paciente más antiguo, hace trece años que se sometió al trasplante de hígado, posteriormente sería trasplantado de riñón. Es un hombre muy afable que teme llorar cuándo cuenta su historia. Antiguo bebedor, pasó mucho tiempo antes de que su enfermedad fuera detectada. Casi desahuciado por los médicos consiguió sobrevivir gracias a la operación de trasplante de hígado. Cinco años después fallaron los riñones y tuvo que someterse a diálisis hasta que una nueva intervención le volvió a salvar la vida. “Ahora me dedico a visitar a los enfermos de las dos plantas, los de riñón y los de hígado. Aquí, en el Hospital Virgen del Rocío y también en el Virgen Macarena. Allí estuve dieciocho meses sin salir, me conoce todo el mundo”. Era ebanista y ahora se encarga de montar un  Belén de la Solidaridad que la asociación organiza todos los años y que, esta última Navidad, ha recibido más de 70.000 visitas.
     Han pasado cinco años desde la operación de Francisco. Me asegura que su historia difiere poco de la de sus compañeros, quizás destaca la figura de su hijo, médico cirujano, que le obligó a hacerse las pruebas que determinaron su enfermedad y le acompañó en todo momento. Francisco quiere que escriba que ahora dedica todo su tiempo a colaborar con la asociación realizando visitas hospitalarias, considera que esta labor que realizan es muy valorada por los médicos, que saben de la importancia de una buena disposición anímica del paciente. “Cuando los médicos llegan a la habitación y estamos nosotros nos dicen que continuemos, que ellos ya volverán más tarde y siempre salimos dejando una sonrisa en los pacientes. Les damos ánimos y esperanza y eso es muy importante.” El benjamín de la directiva es Miguel, sólo hace dos años que fue trasplantado. Portador del virus de la hepatitis C, que no tiene vacuna, su caso necesita un tratamiento médico más  riguroso para evitar una recidiva del virus, una recaída que pondría en peligro el trasplante. De nuevo, la buena labor de los médicos hepatólogos está consiguiendo que su evolución sea del todo  positiva. Se encarga del boletín gratuito de esta organización,  que ha sido declarada “entidad de utilidad pública”, El Semestral Hepático.

       También cuenta la asociación con una psicóloga y una trabajadora social que se encarga de buscar subvenciones. Los socios pagan una cuota de seis euros mensuales, el resto son ayudas de distintos organismos públicos y entidades privadas: el Área de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Sevilla, el Distrito Bellavista- La Palmera, Bancaja o la CAMF-COMCEFE Andalucía (Confederación Andaluza de Personas con Discapacidad Física y Orgánica). José Luis me señala que con la crisis han bajado las subvenciones pero afirma que el principal problema de las personas trasplantadas es la cuestión laboral. Ellos, los miembros de la directiva, ya han alcanzado la edad de prejubilarse y tienen concedida una incapacidad laboral absoluta (65%).  Sin embargo, los jóvenes que se han sometido a un trasplante no son bien aceptados por la mayor parte de los empresarios. Los consideran personas poco rentables ya que tiene que someterse a controles médicos periódicos y suelen tener alguna recaída. Desde la asociación luchan por conseguir que a toda persona trasplantada le sea concedida una minusvalía del 33% y que pueda optar a puestos de trabajo como otra persona con discapacidad, en este caso orgánica, tanto en el empleo privado como en el empleo público. La propuesta, que ya es un hecho en otras comunidades, ha sido llevada al Parlamento Andaluz por el doctor Pérez Bernal. De momento, no hay respuesta.

 

        La sede de la asociación es un piso de una barriada sevillana. La vivienda funciona también como “piso de acogida” para familiares de enfermos hepáticos que se trasladan desde otros pueblos  o ciudades,  y a quienes les esperan muchas horas de guardia en las puertas de la  UVI (Unidad de Vigilancia Intensiva). Amueblada al detalle, los familiares pueden ducharse, dormir e incluso, cocinar mientras trascurren los días de espera. La  asociación  tiene un mínimo de dos convivencias anuales programadas. A estas convivencias acuden todos, y, como recalca José Luis, “todos, son todos: médicos, enfermeras, pacientes y familiares. Somos una gran familia, nuestra relación es fraternal, el trasplante de hígado es nuestra  única solución, no hay órganos artificiales como en el caso del riñón”. Es fácil comprender lo que quiere decir, en los momentos más difíciles de una persona, cuando es una vida lo que está en juego, médico y paciente establecen un lazo de unión que permanece en el tiempo. Un lazo tejido con la generosidad anónima del donante.

 

     Porque, en definitiva, son las donaciones las que permiten que los coordinadores médicos y los cirujanos puedan realizar su trabajo. Los donantes y sus familias son la parte principal en esta historia de los trasplantes, son el origen de las intervenciones  que salvan o mejoran las vidas de los enfermos en listas de espera. Los avances técnicos  y quirúrgicos están abriendo nuevas expectativas en el universo de los trasplantes. Como me explicaba la doctora Aldabó  ya no son sólo los órganos principales los que se implantan. Tejidos, médula, piel, córneas, huesos o vasos sanguíneos de los donantes también son utilizados en diversas operaciones. Devolver la vista a un paciente ciego es posible, en algunos casos, con un trasplante de córnea. Los vasos sanguíneos pueden ser útiles en pacientes diabéticos y ulcerosos, y los tejidos y huesos tienen infinidad de aplicaciones en la cirugía de implantes. Y mientras la ciencia avanza, los milagros son posibles gracias a las personas que están dispuestas a donar en vida o después de fallecer.

 

       Mi visita a la asociación era  la última, y resultó la más entrañable y educativa. Sus miembros  se  dedican  a devolver  parte de lo que han recibido. Comentan que han vuelto a nacer y que ahora saben lo que vale una vida. Todos recuerdan cuando ellos eran los pacientes y recibieron las visitas de otros, recuerdan como el miedo y la desesperanza se transformó en ilusión y alegría. Se pasan el testigo y recorren los mismos pasillos que años atrás otros recorrieron. Hablan de medicamentos con pasmosa facilidad, conocen los términos médicos y se manejan en el ambiente hospitalario con total fluidez. Entienden que la donación de órganos es una necesidad vital y también colaboran en su promoción. Acuden a cualquier lugar y en cualquier momento, siempre preparados para  realizar la tarea que se han impuesto. Como señalan en su página web, quieren “infundir ánimo y confianza a las personas trasplantadas y  prestar su apoyo a los pacientes y a sus familias”

 

    Que España es líder en trasplantes, que tiene el mayor número de donantes por millón de habitantes o que en el sector 5 andaluz  hubo un total de 70 donaciones en este último año resultan  ahora datos  menos fríos. Ahora que se conoce mejor la importante  labor que realizan los profesionales médicos y los pacientes voluntarios. Entre todos han tejido una red solidaria que nos permite comprender que, más allá de cifras y porcentajes, la generosidad es la clave en esta compleja historia de los trasplantes. La generosidad de un donante o de una  familia. La de los coordinadores, médicos, cirujanos y enfermeras que no entienden de horarios o turnos y están siempre dispuestos a acudir a una llamada telefónica. Y la generosidad de los pacientes trasplantados.






miércoles, 27 de abril de 2011

MIEDO

ELLA PUDO ESCAPAR
Reyes ya no tiene miedo. Hace años era una de esas mujeres que engrosaban  la lista de víctimas de malos tratos. En aquella  época  apenas levantaba la vista del suelo. Los  gritos, los insultos y las palizas habían marcado los cinco años de convivencia con su marido. Ahora, cuando rememora su pasado, frunce el ceño, como si le costara trabajo recordar.
Poco a poco cuenta su historia, la de tantas jóvenes  que se casaron ilusionadas, esperando compartir su vida con aquel hombre encantador del que se habían enamorado. Ella era independiente y resuelta. Trabajaba en una guardería y estudiaba Magisterio, se sentía segura y feliz de poder independizarse para iniciar una nueva etapa. No podía imaginar lo que iba a suceder, nunca presintió la transformación que se iba a operar en aquel chico dulce y cariñoso. Las drogas convirtieron su vida en un  infierno.
Ella también se transformó, el miedo se convirtió en su compañero habitual. No sabía cómo actuar para que él no perdiera los estribos. Decidió que un hijo sería la solución y nació Ana. Pero la situación empeoró, la pequeña padecía un  trastorno del metabolismo y él no supo aceptar que necesitaba una atención especial en sus primeros años de vida. El miedo de Reyes aumentó. Su hija no podía criarse en aquel ambiente de violencia.
Sólo cogió la ropa de la  niña. Una mañana cerró la puerta de aquella casa de tortura decidida a no volver jamás. Sabía que él la buscaría, pero su decisión era firme. Pasaron meses de angustia, de llamadas insistentes y visitas inesperadas. En una de ellas,  un mal golpe le partió la nariz. Pero siguió adelante, con su miedo a cuestas,  y  sabiendo que no habría marcha atrás.
Han pasado casi 20 años. Ahora es una mujer distinta, trabaja de auxiliar de enfermería y ha rehecho su vida. Casada de nuevo no olvida aquellos terribles años y acude a todo acto o manifestación de repulsa contra la violencia machista. Para ella, lo peor era ese miedo, esa tenaza que  le impedía  pensar y reaccionar, que bloqueaba  cualquier movimiento y la convertía  en  una marioneta indefensa. También recuerda la sensación de sentirse despreciable, inútil, culpable de no saber hacer feliz a aquel hombre al que ya no reconocía.
Miedo, culpabilidad, angustia.  Las palabras se repiten en su narración. Ella consiguió salir de aquella trampa de violencia, pero reconoce que muchas otras han quedado en el camino. Y otras más quedarán. Ahora alza su voz reclamando la ayuda de todos  para esas víctimas que no encuentran el valor de escapar y para  otras que se han atrevido a denunciar. Considera que todo lo que pasó ha marcado su existencia, aunque ha recuperado la autoestima y  es consciente de que nada fue culpa suya.
Sus ojos brillan por las lágrimas. Al final le puede el peso de los recuerdos pero sonríe cuando asegura que ya no baja la cabeza.  Estuvo cerca de un triste final y  pudo escapar. Sin embargo,  sufre con el goteo constante de víctimas, de mujeres que mueren a manos de sus parejas, cree que el problema no es sólo de las instituciones y reclama más atención en las familias y en las escuelas.  Hay que seguir buscando soluciones, queda mucho por hacer  en una sociedad que en los tres primeros meses del año ya  acumula quince muertes por violencia de género. Ella está dispuesta a luchar.  Reyes  ya no tiene miedo.

miércoles, 9 de febrero de 2011

PROSTITUCIÓN ¿LEGAL?

Las claves para   conocer la 
situación ante la ley de un mal que afecta a miles de mujeres

                                                                    (foto web)

“Durante las dos últimas décadas se ha producido en España, como en otro países europeos, un incremento del comercio sexual ligado al tráfico de personas con fines de explotación para la prostitución. Junto a esta situación, distintos  fenómenos sociales (drogadicción, emigración, precariedad económica, falta de alternativas vitales…) están conduciendo a muchas personas al desarrollo de la prostitución como única alternativa para vivir”.
Estas son las palabras con las que Rocío Nieto, directora de APRAMP (Asociación para la Prevención y Reinserción de la Mujer Prostituida), denuncia el problema de un colectivo social cuya realidad encuentra un mal reflejo en los medios de comunicación. Un colectivo de compleja problemática, formado por personas de diferente perfil y que es rechazado por la sociedad.
La prostitución es un fenómeno que pone sus pasos sobre la fina línea que separa lo legal de lo ilegal. Ni los colectivos de ayuda a la prostitución ni los propios cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado saben enfrentarse con eficacia al problema debido a su mal tratamiento por parte de la ley. Asimismo la sociedad se enfrenta día a día al continuo debate sobre la legalización o no de la actividad. Pero, ¿Qué consecuencias tiene la regularización o no de la prostitución para con los/las afectadas? 
Bibiana Aído, ex ministra de Igualdad, señala que “la prostitución es sinónimo de esclavitud y de mujeres explotadas. Las mafias que trafican con ellas aprovechan su vulnerabilidad, su situación de pobreza y con la promesa de un mundo mejor, las convierten en esclavas”.
En España las cifras hablan por sí solas. Alrededor de 300.000 mujeres ejercen la prostitución en nuestro país y mueven un
volumen de 18.000 millones de euros al año. Un 6% de la población que vive en España, hombres en su gran mayoría, es usuaria habitual. Según Naciones Unidas (ONU),  la trata de blancas es el tercer negocio ilegal más lucrativo (1) . 
La prostitución en España es una actividad que funciona al margen de la ley. No está prohibida ni regulada. Es una actividad alegal que sólo se reprime cuando se relaciona con la violencia o la falta de libertad. En 1.995, el Partido Socialista, la despenaliza. Pero tipifica un título denominado “delitos contra la libertad sexual”, que se relacionan con la coacción, la minoría de edad o la   incapacidad de las personas que ejercen la actividad de la prostutición (2).
Durante los años del gobierno del Partido Popular se modifica varias veces el Código Penal y la tipificación pasa a denominarse “delitos contra la libertad y la indemnidad sexuales”. Es decir, que se añade un nuevo título para proteger a personas que vienen de otros países “de los delitos contra ciudadanos extranjeros”.
Con respecto a los menores se condena, en el artículo 187 del Código Penal “al que induzca, promueva, favorezca o facilite la prostitución de una ersona menos de edad o incapaz”, que “será castigado con las penas de prisión de 1 a 4 años y multa de 12 a 24 meses”(3). 
Por otra parte, en el artículo 188 del Código Penal se tipifica el delito de prostitución de personas mayores de edad: “El que determine, empleando violencia, intimidación o engaño, o abusando de una situación de superioridad o de necesidad o vulnerabilidad de la víctima, a persona mayor de edad a ejercer la prostitución o a mantenerse en ella, será castigado con las penas de prisión de dos a cuatro años y multa de 12 a 24 meses. En la misma pena incurrirá el que se lucre explotando la prostitución de otra persona, aún con el consentimiento de la misma” (4). En otras palabras: la prostitución sólo está penada en caso de que entronque directamente con un delito de maltrato, 
de racismo o de abusos contra menores. Por lo tanto, la prostitución como tal, aunque lo parezca con algunas apariciones en el Código Penal, no está penada.
Estas son las medidas legales que se relacionan en nuestro país con la prostitución. Las fuerzas de seguridad del Estado se encuentran con las manos atadas a la hora de ejercer la defensa de los derechos de estas mujeres. A. M. L., agente de la Guardia Civil, que por su trabajo está en contacto con esta realidad social, nos cuenta que “aunque sepamos que en un local se está ejerciendo la prostitución no podemos hacer nada. Se registran como “negocios hosteleros”. Cuando nosotros acudimos vemos que los papeles están en regla y cuando preguntamos por la prostitución te dicen que son un hotel. Un hotel, claro, en el que tú no puedes alquilar ninguna habitación, porque te dicen que está completo. Estas chicas están allí de cara a la ley pagando una habitación y lo que hagan en ella no tenemos forma de probarlo. Algunas veces acuden a nosotros en busca de ayuda y tratamos de ofrecerlas protección para que hablen y denuncien, pero tienen miedo”.
Con esto se pone de manifiesto el vacío legal que rodea la prostitución. Pero, ¿Habría que legalizarla? ¿Es conveniente amparar bajo la ley esta actividad? Los diversos actores relacionados con la problemática de la prostitución mantienen distintas posturas, aunque la mayoría se posiciona en contra de la legalización.
Yolanda Besteiro, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, considera que “la prostitución no debe legalizarse porque se trata de una forma de violencia contra las mujeres, una práctica de explotación con una raíz profunda en la desigualdad de género”. De la misma opinión es Matilde Fernández, ex Ministra de Asuntos Sociales. “Legalizar la prostitución supondría y supone ir contra los derechos humanos. Si se legaliza el abuso sexual de las personas hoy, por qué  no mañana el trabajo infantil y también la lapidación de la mujer adúltera…”.
Por su parte, Carmen Bravo, secretaria de Mujer de Comisiones
Obreras, dice que “es necesario regular el sector económico de trabajo sexual en España”. Esta central sindical entiende que son las personas que  
ejercen la prostitución quienes han de ser consultadas con el objetivo de tener en cuenta sus demandas. 
Existen diversas organizaciones no gubernamentales y asociaciones que conocen de primera mano la realidad que viven estas mujeres. Estos colectivos también tienen su opinión sobre la legalización o no del comercio sexual.
Desde APRAMP, opinan que “legalizar la prostitución sería legitimar la explotación de seres humanos. La legalización y despenalización de la prostitución llevan consigo un aumento de esta industria. En los países que se han adoptado estas medidas, han sido apoyadas mayoritariamente por los proxenetas y los propietarios de los clubs y prostíbulos”.
Así mismo, Mamen Briz, perteneciente a Hetaira (Colectivo en defensa de los derechos de las prostitutas), explica que “en España la prostitución no es ilegal. Habría que lograr derechos laborales, bien como trabajadores y trabajadoras autónomos o bien en relación a terceros en clubs, pero con derechos básicos: baja por enfermedad, suspensión por maternidad,vacaciones,etc. Por el contrario, AMUNOD, Asociación de Mujeres de la Noche buscando el Día, considera que la prostitución no es un trabajo, sino una actividad que favorece la explotación sexual de la mujer, “por lo que no podemos apoyar la legalización, ya que consideramos que iría en contra de los derechos y las voluntades de las personas, sometiendo a la mujer a la voluntad del hombre y potenciando el machismo”.
Ana Miguez, de la ya desaparecida Asociación Alecrín, una organización feminista que trabajaba en aquellos espacios donde la mujer sufre discriminación, explica que “la experiencia que nos dio el trabajo directo con mujeres prostituidas nos llevó a alinearnos con el movimiento internacional abolicionista por considerar la prostitución un atentado a los derechos 
humanos de las mujeres y las niñas”.  Por ello, Alecrín pedía una política legislativa a partir del Convenio de Naciones Unidas para la Represión de la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena. 
¿Y ellas, las verdaderas protagonistas? ¿Qué opinan? Ahora, las voces de mujeres que han trabajado como prostitutas.
“La prostitución no es un oficio, no es más que un medio temporal de supervivencia, según afirman los autodenominados ¡legisladores progresistas! Nosotras lo sabemos desde el primer “cliente” que cada una ha padecido. Desde la primera “transacción” una se siente sucia y degradada”. Estas son las palabras de Yolande Grenson, fundadora de la Asociación Pandora de Bélgica y ex prostituta. Para ella, “darle un status a la prostitución sólo termina por despenalizar a los explotadores de burdeles y clubes de alterne, e incluso a los que explotan directamente a las prostitutas”.
Otro punto de vista muy distinto es el testimonio de Marilo Femenia, ex prostituta y fundadora de la Asociación ALMA (Asociación Libre de Mujeres de Alterne). Esta asociación se encuentra en el lado de los que piensan que la prostitución no tiene por qué ser una explotación.
Femenia explica que “el problema de la prostitución es la desinformación y la mala educación. Cuando una mujer que se dedica a la prostitución no sabe que su trabajo es realmente importante, se siente denigrada. Además, cuando una mujer siente que lo que está haciendo es incorrecto, da lugar a que otras personas la humillen. Lo que tenemos que hacer las prostitutas que ejercemos la prostitución de una manera libre que nada tiene que ver con las mafias, ni con la trata de blancas, es concienciarnos de que ni no fuera por nosotras, la humanidad sería más triste. El sexo es una vía de escape y una manera de encontrar nuestras propias raíces como seres humanos”.
Por todo ello, si la prostitución permanece como ahora, invisible a la ley, las prostitutas se convierten en títeres que en la mayoría de los casos se encuentran en manos de proxenetas que negocian y se lucran con la explotación de seres humanos. Está demostrado que la mayoría de las afectadas no confiesan por miedo a las represalias y además de trabajar en algo que las degrada como personas, no poseen los derechos fundamentales  que tendría cualquier trabajador “normal”.
De otra parte, si la prostitución se legalizara, estaríamos hablando de que estas personas  tendrían más derechos y mayor protección de la que tienen ahora, pero también hablaríamos de la legalización de una actividad que en la mayoría de sus representaciones va contra los derechos del ser humano, muy especialmente de las mujeres. Además, la experiencia en otros países, como Alemania, Austria u Holanda, demuestra que la legalización no termina con los problemas que implica el comercio sexual.
Mención aparte merece el grueso económico que genera la actividad, que es realmente el quid de la cuestión de que se pueda legalizar o no, pues la prostitución es un negocio que genera muchísimo dinero y si se legalizara todo ese dinero tendría que ser declarado y reflejado y esto no interesa ni a particulares, ni a proxenetas ni a instituciones.
Por todo ello, la prostitución permanece invisible a la ley, dejando abandonadas y desprotegidas a las víctimas de un problema que no dejará de existir si no se ponen los medios para que termine. Quizás la solución empezaría por penar y condenar a los que trafican con la prostitución y a los consumidores de la actividad, y no a las personas que la ejercen, que en la mayoría de los casos son víctimas “sin voz”. 
Sólo una sociedad cuyo clima sea el respeto por los derechos humanos puede caminar hacia el entendimiento y la solución de problemas como la prostitución. Y ese clima sólo se consigue a través de la educación y ofreciendo salidas laborales dignas a las mujeres que ejercen el comercio sexual. 
Como señala Rocío Nieto: “la mujer prostituida es la invisible de la sociedad. Nadie la quiere”. Ya es hora de mirar y  de ver, de hacer frente a esta  realidad y otorgar a estas mujeres el lugar que, por derecho, les pertenece


                                                            Eloína Calvete García
                                                                Ángela Magalí Monís Tello
                                                              Lourdes Gómez Martín


miércoles, 12 de enero de 2011

ENTREVISTA A CARMEN GARCÍA FELIPE, CIGARRERA DE SEVILLA



(Cuadro de Gonzalo Bilbao- Foto Web)

La fábrica de Tabacos de Sevilla es un edificio inmenso. Desde la calle San Fernando se escucha el incesante murmullo de más de seis mil mujeres que trabajan en su interior.  Están repartidas en galerías, “cuadras” las llaman.  Se dividen  en pequeños grupos alrededor de unas  mesas  de trabajo redondas. Sentadas  realizan  las labores de tabaco. Carmen García Felipe es cigarrera y, desde hace poco más de un mes,  la han escogido como jefa de su mesa de trabajo. Supervisa la labor de sus compañeras, además de realizar la suya.  Es mediodía y en Sevilla el sol  calienta más de lo deseable, el bochorno  de este día primaveral del mes de abril me ha hecho sudar.  Hemos concertado una cita y la espero en el patio principal.
La veo acercarse  diligente  por el pasillo. Su vestido de percal floreado  rematado por dos volantes que  se agitan cuando camina. Trae  los hombros cubiertos  con un mantón  amarillo. Da la impresión de ser  el mismo con el que posó  para  el cuadro  de Gonzalo Bilbao. Cuando estrecha mi mano noto que está nerviosa, sonríe y apenas levanta la vista del suelo. “No estoy acostumbrada  a que me hagan preguntas personas que no conozco, pero el señor me ha pedido por favor que le atienda y no me he podido negar. No sé que puede tener de interés mi vida para nadie. Soy una cigarrera como las demás,  como todas las que trabajamos aquí”.  La retahíla la deja  casi sin respiración. Se ajusta  el mantón,  cruza los brazos sobre el pecho, levanta la cabeza y, por primera vez, nuestras miradas se encuentran. Tiene los  ojos   de un verde azulado muy  brillante,  son profundos, muy profundos.   Pero tristes. Creo que el brillo se debe a las lágrimas que parece que van a brotar de un momento a otro. Le pregunto si va a llorar. Carmen sonríe y me explica: “No se sorprenda señor,  mis ojos se resienten del polvo que suelta el tabaco. Todas tenemos los ojos brillantes siempre”. Sin embargo, la tristeza en su rostro no creo  que tenga nada que ver con el polvillo de los cigarros. Su comportamiento ha logrado conmoverme. Desde luego no es el tipo de mujer que describe Merimée en su obra. 
“No señor, no  somos como esa Carmen del Merimée, somos mujeres trabajadoras que buscan un sueldo para mantener a su familia. Aquí hemos oído hablar de la que ha liado ese hombre. En mal momento pisó ese señor Sevilla. Vienen muchos esperando encontrar a esa mujer. No son  pocos los quebraderos de cabeza que nos está dando  el de la pluma…. ahora hay quien piensa que pasamos el día cantando,  o incluso buscando a los hombres”.  Se ha erigido en portavoz de sus compañeras. La sola mención del nombre del escritor francés  la ha sublevado.  “Sí, somos alegres, nos gusta cantar y nos reímos contando historias pero no somos unas libertinas. Nuestro trabajo es pesado, son muchas horas, por eso lo llevamos con guasa y no buscamos nada más que desahogarnos  para olvidar los problemas. El frío del invierno resulta muy duro para todas, también para nuestros hijos. Y durante el verano tenemos casi que desnudarnos porque el calor nos mata... No sé, señor Claretie, no imagino de dónde habrá sacado Merimée  a esa Carmen. Le puedo asegurar que yo  no conozco a ninguna así”.
Está nerviosa. Mira a los lados, se retoca el peinado una y otra vez,   tiene las mejillas arreboladas. Marca distancias con esa historia que ha debido escuchar en los corrillos de la ciudad. Parece que con sus palabras quiere salvaguardar  la fama de todas sus compañeras y advertirme, por si acaso. Cuando recupera la calma me invita a entrar en el recinto de la fábrica “le enseñaré dónde trabajamos, no se sorprenda si le gastan  bromas.  Algunas  tienen mucho sentido del humor, pero sólo son unas lenguaraces estando en grupo, a solas son muy recatadas. Ya le digo, ni parecido con el libro del francés”. A medida que nos adentramos en el edificio me va dando algunos detalles de su vida:”Mi padre murió en la guerra de Cuba y mi madre se quedó sola con cuatro hijos. Ha luchado mucho, se ha pasado la vida sirviendo. Ahora está muy enferma, no puede trabajar y la atiende mi hermana. Yo le echo una mano cuando puedo. Uno de mis hermanos es encargado de un cortijo en la Sierra Norte. Y mi otro hermano, que escribía, se fue de casa antes de la muerte de mi padre, por diferencias con él…. y hace más de seis años que no tenemos noticias suyas.  ¿Dónde ha visto usted que los hombres escriban poemas en vez de hacer cosas útiles?”.
En ese momento llegamos a una de las salas. Me sentí sobrecogido. Más de mil mujeres sentadas en el enorme recinto abovedado  dirigen hacia mí  sus miradas.  Ahora soy yo quien se ruboriza. Me acerco un poco más a Carmen  buscando  protección. Ojos brillantes,  como ya me había explicado mi cigarrera, y  risueños. Se dan codazos las unas a las otras y hacen comentarios jocosos  sobre mi indumentaria. En su mayoría son  jóvenes, de pelo negro y recogido en un moño. También hay mujeres mayores, alguna embarazada y otras que amamantan a sus retoños. Es  un cuadro impresionante. El lienzo de mi amigo había sabido captar el ambiente que allí se respira. Puedo   percibir la alegría, el compañerismo y la camaradería  que reina entre estas  mujeres que pasan la mayor parte del día juntas.
Las preguntas que llevaba meses preparando para este momento no consiguen darme confianza.  Carmen me está ganando el pulso,  lleva las riendas del encuentro: se va por las ramas cuando algo no le interesa, y divaga hasta hacer comprensible lo más absurdo. Cuando quiero darme cuenta, está hablando de nuevo: “Somos más de seis mil mujeres, aquí sólo hay mujeres,  y nuestro sueldo es de dos pesetas al día. Cobramos aunque estemos enfermas y tenemos un médico que nos atiende. Podemos traer a nuestros hijos porque los cuidan, si son muy pequeños se quedan con nosotras mientras trabajamos. Así es más fácil  darles de mamar. Antes eran los hombres los que trabajaban el tabaco pero hubo quejas sobre la calidad de las labores sevillanas y ahora solo se admiten mujeres. Y ya no hay quejas, señor. Nuestras manos son más delicadas, quizás es que   estamos acostumbradas a acariciar a los pequeños, no lo sé.  Pero nuestros cigarrillos son de mejor calidad.”
Me doy cuenta de que intenta evitar mis preguntas, habla y habla pero apenas me deja alguna reflexión. Parece que se ha aprendido una lección que recita. Creo que no quiere hablar más de su vida pero ¡es su vida la que me interesa! Intento que lo comprenda, le explico que quiero escribir una  historia, pero  una historia real sobre una cigarrera sevillana, sobre una mujer trabajadora. Me mira sorprendida y comenta: “¿Una historia sobre mí?, perdone, pero creo que se confunde, mi vida no es nada interesante. No creo que dé para escribir un libro. Ustedes, los escritores, tienen mucha imaginación pero mi historia es la misma que la de la mayoría de las que trabajamos aquí”. Guarda silencio y se queda pensativa. Duda, tal vez como si no supiera continuar. De pronto, me coge del brazo y murmura: “Salgamos de la sala y volvamos al patio”. Sorprendido la sigo por los pasillos. Decidida, Carmen sale del recinto y se para en un lateral del patio en el que nos dimos cita. “Está bien, le voy a contar una historia, mi historia, pero tengo que advertirle que mis compañeras no la conocen. El señor Gonzalo sí, él me ayudó en su momento. Por eso, por lo agradecida que le estoy,  y porque es usted su amigo, se la contaré. No sé si me explicaré bien, si no entiende algo me pregunta. ¿Usted quería preguntar, no? Pues ahora podrá hacerlo, señor Claretie”
“Ya sabe mi nombre, sabe que tengo dos hijos y una madre enferma. También le he hablado de mis hermanos. Pero no le dicho nada  de mi marido, de Juan Rodríguez Medrano, maestro albañil y el padre de mis hijos. Un buen hombre que trabajaba en las obras que el  señor arquitecto Don Aníbal González dirige aquí, cerca de la fábrica”.  De nuevo el silencio. Sus ojos brillan y  no es por el polvo  del tabaco. Las lágrimas se deslizan mansamente por sus mejillas. Se las seca con el mantón y suspira muy hondo.
Quiero preguntarle por qué me habla de su marido en pasado, pero ella se adelanta “ Señor Claretie, no sé si conoce la situación que se vive en Sevilla. La vida  de los trabajadores es muy difícil, hay muchos conflictos. Mi marido pertenecía al sindicato anarquista de albañiles que convocó una huelga a principios de este año.  La  prisa de las autoridades por acabar a tiempo las obras les proporcionaba un buen argumento para esta convocatoria, pero lo que mi Juan  no esperaba era la decisión de alguno de sus compañeros de atentar contra el arquitecto principal, contra Don Aníbal. Temía que eso fuera demasiado grave pero no pudo hacer nada para convencer a sus camaradas. Así, un día  de enero,  mientras manipulaban  un artefacto para colocarlo en la casa del señor González, se produjo una explosión y murieron tres de los cinco trabajadores que se encontraban en el almacén. Uno de ellos era mi marido. Hasta el último momento pretendió hacerlos cambiar de idea. No lo consiguió. La policía y las autoridades hablaron de un suceso fortuito.  La mayoría de la gente cree que fue cosa de los explosivos que se utilizan en las obras. Sólo unos pocos conocemos la verdadera historia.”
La sorpresa debió de reflejarse en mi rostro porque Carmen sonrió tristemente y concluyó: “Y así cambió mi vida”.  Guarda silencio. Se acomoda la ropa y el pelo. Suspira levemente y me mira a los ojos. Los suyos se han oscurecido y deduzco por sus reacciones que no es agradable para ella recordar.  “Fue un duro golpe, ¿sabe?” dice con gesto serio,“¡Qué inocente era, pobrecito mío! Cuando me dijo que se había hecho de la CNT yo me preocupé mucho, pero él me convenció con esa labia que tenía. ¡Si llego yo a saber que me lo iban a matar! …”. Se sumerge de nuevo  en sus recuerdos y  no encuentro la forma de acercarme a ella. La siento remota, perdida en su mundo. Un murmullo de voces la hace salir de su letargo,  se ajusta el mantoncillo y cruza los brazos sobre el pecho. “Es la hora del almuerzo, mis compañeras se preguntarán dónde estamos y mi niño tendrá hambre. Señor Claretie, si quiere luego continuamos con la historia. Podrá hacerme todas las preguntas que quiera”.
Sus palabras me devuelven a la realidad. El tiempo ha pasado casi sin darme cuenta. Observo cómo se aleja Carmen. Camina con la cabeza erguida y mirando al frente. Se remanga el vestido y comienza a aligerar el paso. Me da la impresión de que quiere huir pero se vuelve y grita: “Espéreme aquí, por favor, recojo a mi bebé y vuelvo con usted”. Ciertamente nuestro encuentro está tomando un camino inesperado, no estaba seguro de cómo iba a continuar. Yo venía con mil preguntas,  pero creo que ella tenía otra idea. Sus compañeras me miran al pasar, sonríen  algunas, otras agachan la cabeza y cuchichean. Observo que todas llevaban un pañuelo rojo al cuello y, como mi cigarrera, se ajustan el mantón sobre los hombros y cruzan los brazos. Creo que mi amigo Gonzalo disfrutó pintando sus cuadros. Sólo con mirar a estas mujeres siente  uno la alegría que respiran. Su felicidad es contagiosa.
“Veo que está sonriendo, Señor Claretie:  no se sonroje, por favor, el señor Gonzalo decía que estar con nosotras era como estar en la gloria. Él también sonreía siempre”. El hijo de Carmen dormía plácidamente en sus brazos. Ella le miró embelesada “Juan no llegó a conocerle, estaba embarazada cuando el accidente. Es un niño y lleva su nombre”. Me acerqué a ella y me mostró orgullosa un bebé sonrosado y regordete. Volvió a mirar al pequeño y le abrazó un poco más fuerte “No imagino qué hubiera sido de mí sin la ayuda de Don Gonzalo. Él me buscó este trabajo, tiene relación con el director de la fábrica y me dieron el empleo. Yo trabajaba de planchadora, un día a la semana,  en su casa. Con eso,  y el sueldo de mi marido,  teníamos suficiente. Pero aquel día todo cambió, me encontré viuda, con dos hijos pequeños y sin dinero. No sé cómo se enteró el señor Gonzalo pero  me dijo que no me preocupara y…aquí estoy. Tengo mucho que agradecerle, por eso, cuando me pidió que posara sola para un retrato  acepté enseguida. Me gustó el cuadro de nuestro grupo, nos gustó a todas”.
“No, mis compañeras sólo saben que soy viuda y tengo dos hijos. Aquí se hacen pocas preguntas. Cuando alguna necesita hablar, habla, y las demás escuchamos. Si necesita llorar, llora,  y le acercamos un pañuelo. Para eso estamos, somos compañeras, amigas, confidentes, lo que haga falta. Me gusta estar con ellas, este trabajo es muy importante para mí. No es sólo el sueldo, es la amistad, el compañerismo. Aquí nunca te sientes sola”. De repente se pone seria, mira a los lados y murmura: “Le voy a contar algo que llevamos en secreto, todo lo secreto que se puede entre tantas mujeres. ¡Estamos preparando un homenaje al señor Don Gonzalo!, Sí, no ponga esa cara de sorpresa. Aquí todas le queremos, le llamamos “nuestro pintor”. Estamos orgullosas de haber posado para él. En sus cuadros sí se refleja la verdad de nuestro día a día y no en esa historia del Merimée”.
“Bueno, le contaré lo que estamos preparando, pero si me promete que no le dirá nada. ¡Tiene que ser una sorpresa!” Sonreía traviesa,  feliz de hacer algo por el hombre que la había ayudado. Me pareció una mujer entrañable, magnífica en su sencillez, generosa. ¡Qué distinta  del retrato literario  de mi compatriota! Me explicó que esperaban que regresara de Madrid, de la Exposición Nacional. Irían  en coches  de caballos a recogerle a la estación, ataviadas con sus mejores galas, y le acompañarían hasta su casa entre aplausos y canciones. En ese momento me hubiera cambiado por él.
Nos despedimos en el patio, le ofrecí mi mano, pero ella estampó dos sonoros besos en mis mejillas. “Envíe su historia, el señor Gonzalo me la  hará llegar. Recuerde nuestro secreto”. Mientras me alejaba tuve que reconocer que la entrevista había sido un poco especial. Apenas había hecho  preguntas, sin embargo, me llevaba una hermosa historia de coraje y de entereza. De amor por la vida y de esperanza. Carmen había sufrido, el destino le jugó una mala pasada pero había sido capaz de empezar de nuevo. Sus ojos pronto dejarían de estar tristes.
                                                                                                            GRUPO PÉREZ REVERTE