EXTRAÑA
Siempre se sintió un tanto extraña. Como si hubiera
nacido en la familia equivocada, en una época que no era la suya, en un mundo
que la rechazaba. Y esa sensación no la había abandonado nunca, a pesar de
haber luchado por integrarse en su realidad, por ser como todos. O mejor, como
todas, como sus hermanas, encantadas de
jugar con muñecas y “cacharritos” de cocina. Atentas, ya de mayores, a modas y
chicos, siempre acicaladas y encantadoras. Nunca las entendió, nunca encontró
placer en vestir y desvestir a unos monigotes o en hacer de “mamá” entre
pucheros y platos diminutos. Y los chicos la asustaban, no sabía muy bien cómo
comportarse con ellos. El recelo era mutuo, no les atraía una chica que sólo
hablaba de libros.
Porque su mundo era la lectura, tomos y más tomos se
apilaban en su cuarto. De aventuras, de misterio, de historia o de poesía,
todos le encantaban, todos la entretenían desde que, siendo muy pequeña,
aprendió a leer descifrando los titulares de los diarios. Se imaginaba por esos
mundos corriendo mil aventuras, descubriendo nuevos lugares, lejos, siempre
lejos de su ambiente cotidiano. Por avatares del destino, miedos, culpas y
complejos varios, nunca se cumplieron sus deseos. Y siguió sintiéndose extraña,
ajena a una realidad que vivía de manera rutinaria y disciplinada. Asumiendo ritos,
ceremonias y compromisos que jamás pensó aceptar. Confiando en que en algún
momento sería capaz de acabar con todo y se marcharía en busca de su “santo
grial”.
Nunca se marchó. Y ya no es tiempo de aventuras. Ya
no cuentan sólo ella y sus deseos. A su alrededor giran otras vidas, otros
sueños y otros intereses que se entrecruzan con los suyos. No importa si sigue
sintiéndose extraña, ahora comprende que esa sensación también acompaña a otras
personas que, como ella, han terminado por aceptarse así, como son. Siempre
insatisfechas, anhelantes…diferentes
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