Eloína
Calvete García
Un qui…qui…quilo de plátanos, po…po…por favor. Sintió
que se ruborizaba al terminar la frase, como siempre. El frutero le sonreía
amablemente, ya la conocía, pero ella cogió su bolsa con los recados y salió
sin mirar a nadie, sin despedirse.
Odiaba ir a comprar, su madre se empeñaba en que
tenía que salir. Decía que pasaba demasiado tiempo en su cuarto y que debía de
relacionarse con la gente. La gente…siempre la gente. ¡Su madre no entendía
nada! Estaba superagobiada, tenía un
problema. Un problema que le parecía imposible de solucionar. Totalmente
imposible. ¿Cómo se le había ocurrido ofrecerse voluntaria para participar en
el concurso? ¿En qué estaría pensando? Pasado el impulso inicial quiso echarse
atrás, pero Sor Benicia, la profesora de Religión, no se lo permitió.
-
“Te has comprometido y tienes que seguir
adelante. Te toca estudiar el Antiguo Testamento. Recuerda que jugarás como
delantero del equipo. No te preocupes si no contestas, las preguntas pasarán a
tus compañeras, pero perderéis puntos”
¡Dichosa monja, era inflexible! Estaba asustada. Sus
ojos se llenaban de lágrimas cada vez que pensaba en el concurso. No le
importaba estudiar, le gustaba leer los primeros libros de La Biblia con sus
personajes tan peculiares y sus historias tan curiosas, aunque, a veces, se
hacia un lío con tanto nombre y tenía que volver atrás para no perder el hilo.
Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser,
Isacar, Zabulón, José y Benjamín. Los doce hijos de Jacob, origen de las doce
tribus de Israel. Los repitió mentalmente sin olvidar ninguno, sin fallos… sin
tartamudear. ¿Por qué no podía hablar igual? Pensando no se trababa, ni en
sueños, ni cantando. Otra vez las lágrimas. No podía evitar angustiarse, se
acercaba el día del concurso. Ya estaba acostumbrada a que se rieran de ella.
En el mejor de los casos, algunas compañeras la trataban con una
condescendencia que despreciaba, sólo les faltaba acariciarle la cabeza como si
fuera un animalito indefenso. En el peor, terminaban sus palabras con
impaciencia. “! Acaba de una vez, por Dios!” Era humillante.
Ni siquiera podía discutir con sus hermanos. Toda su
rabia se quedaba en “Tú… tú…tú eres un im…im…imbécil” Cuando terminaba la
frase, el hermano en cuestión se había marchado o se tronchaba de risa en el
suelo. El llanto se había convertido en un recurso defensivo, era la única
manera de que la dejaran en paz.
Génesis, Éxodo, Levítico, Números. Repasaba los
nombres de los libros históricos del Antiguo Testamento mientras las sonrisas
burlonas de sus compañeras y sus hermanos se asomaban a las páginas de La
Biblia. ¿Cómo se le había ocurrido meterse en semejante lío? Y por si fuera
poco sería delantero, la primera que tenía que responder a las preguntas. Por
cada respuesta acertada el equipo sumaría 10 puntos. Si fallaba, la defensa o la pivot podían contestar, pero
los puntos se reducían a 5 ó 3. ¡Qué responsabilidad! La odiarían. Hablaría
otra vez con Sor Beni.
-
“No,
guapa, serás delantero. La defensa y la pivot ya están escogidas. Espabila que
sólo queda una semana. Y no me hables más del tema”. Quería morirse.
Y su madre,” erre que erre” con que tenía que salir
más. ¿Salir con quién? ¿Con sus compañeras? ¿Con esas pavisosas que sólo
pensaban en los chicos? ¡No y no! La
hacían sentirse inferior a ellas, rara, imperfecta. Prefería leer o escuchar
música y cantar. Cantaba a voz en grito cuando estaba sola. Le gustaba oír su
voz sin el terrible tartamudeo. No tenía mal oído (o así le parecía a ella) y
memorizaba rápidamente las letras de las canciones que más le gustaban.
Ruth, Samuel, Tobias, Judith, Ester. El Arca de la Alianza, la Travesía del Desierto.
Fechas y nombres se mezclaban en su mente con el miedo. El miedo al ridículo, a
las burlas. ¿Qué podía hacer?
-
“Nena
vamos, tienes que ir a comprar”
-
“¡Uf, mamá! ¿No puede ir alguno de mis
hermanos?”
Menos mal que sólo eran un par de cosas. No le
costaría mucho decirlas. Había aprendido a cambiar las palabras más difíciles
de pronunciar por otras más fáciles para ella. Casi sin darse cuenta, era un
reflejo de su mente que la hacía sonreír. Conocía muchas palabras, muchos
sinónimos, gracias a la lectura. Su profesora de Lengua, la señorita Sacri, le
decía que era una alumna brillante. Pero ni por esas cambiaba la actitud de
algunas
-
“Pobrecita,
¿por qué hablas así?” le preguntaban
-
“¡Y
yo que sé!, no tengo ni idea, ¿creéis que me gusta?…”
Algunas frases le salían del tirón y, sin embargo,
se atascaba en algunas palabras de lo más sencillas.
No dejaba de pensar en el concurso. ¡Menudo
problema! No veía otra solución que fingirse enferma y faltar a clase ese día.
¿Fingir?, no tendría que fingir mucho. A medida que se acercaba la fecha
señalada sentía mucho frío o mucho calor. Las manos le temblaban y a todas
horas estaba a punto de llorar. Sin embargo, hoy puede distraerse un poco. Como
cada sábado, en la sobremesa, verá la película de Sesión de Tarde en la tele.
“Sonrisas y Lágrimas”, el título promete. Pronto se quedó sola en el salón, sus
hermanos se aburrían con un musical y se ensimismó en la pantalla. “Nena, ¿no
sales hoy?” ¡Qué pesada! ¡Ni hoy, ni ayer, ni mañana! ¡¿Esta mujer no se entera
de que no quiero salir!?
Hay que seguir estudiando. No había dicho nada en
casa del concurso, no quería más presión. Su madre, al contrario que algunas de
sus compañeras, la creía capaz de las mayores hazañas estudiantiles. Querría ir
a verla y no se sentía capaz de
defraudarla. Y menos aún en público.
Los Salmos, los Proverbios, el Cantar de los
Cantares, Isaías, Jeremías, Daniel. Se estaba cansando de todo esto. Leer por
leer era divertido, pero esta cantidad de personajes e historias comenzaban a
convertirse en una pesada carga. Por muy bíblicos que fueran.
“♫♫♫
Do,
es trato de varón. Re, selvático
animal, Mi, denota posesión, Fa, es lejos en inglés…♫♫♫”
Cantaba la
canción de las notas musicales de la película. Le había gustado mucho y
tarareaba sin parar mientras continuaba con sus estudios. ¡Tenía que
concentrarse! El tiempo se echaba encima y dentro de muy poco estaría en el
escenario del Salón de Actos del colegio.
-
“Nena,
no tenías que haberte ofrecido voluntaria. No es por nada, pero sabes que te
quedarás atascada y las preguntas pasarán a mí. Yo las contestaré, pero valdrán
menos puntos”. Marina, la defensa del equipo, la llamaba por teléfono para
echarle una bronca.
-
“Ya
lo sé, he intentado re…re…retirarme, pero Sor Beni no me deja”
-
“Sí,
Sor Beni. De verdad que no imagino de dónde sacaste la idea de que podías
concursar como las demás. Chica, pareces tonta”
Y ella era de las amables, cualquiera sabe lo que
pensarán las demás…
Repaso general. Rubén, Simeón, Leví, Judá…Queda un
solo día para el concurso.
♫♫♫ Do, es trato de varón, Re,
selvático animal, Mi, denota
posesión…♫♫♫ ¡¡Deja de tararear, concéntrate!!
Y
de pronto se le ocurrió una sorprendente idea. ¡Puede cantar las respuestas en
el concurso! ¡Seguro que no tartamudea, nunca se traba cantando! Se irguió en
la silla y pensó que se estaba volviendo loca. ¿Cómo se iba a poner a cantar
las respuestas? ¿Qué pensarían? ¿Y las reglas del concurso?...
¡Al diablo con todos! Cantaría las respuestas
y que los demás decidieran y pensaran lo que les viniera en gana. Al fin y al
cabo, poca gente se había preocupado de conocerla y la mayoría la trataba como
a una estúpida. Sería… una estupidez más.
Llegó
el gran día. Se sentó muy tranquila en el pupitre situado en el escenario del
Salón de Actos. A su lado, Marina, la defensa, y Teresa, la pivot, la miraban
con suspicacia. Sonrió acercando la silla a la mesa. “Estoy preparada”
-
Primera pregunta: “Nombre a los doce
hijos de Jacob, fundadores de las doce tribus de Israel”
♫♫♫ El primero fue Rubén, seguido por Simeón. El
tercero es Leví y el cuarto fue Judá. El quinto se llamó Dan y el sexto
Neftalí. El siguiente será Gad y el octavo se llamó Aser. Isacar y Zabulón
completan los diez. Con José y Benjamín formarán las doce tribus de Israel ♫♫♫
Uno a uno cantó todos los nombres. Cuando
terminó se hizo un gran silencio en el Salón de Actos. Alguien comenzó a
aplaudir y los demás le siguieron.
-
Segunda pregunta: “Cite a los dos hijos
de Abraham y a sus respectivas madres”
♫♫♫ “La esclava Agar dio a luz a Ismael, padre del pueblo árabe. Su esposa
Sara engendró a Isaac, patriarca de Israel ♫♫♫”
Más música, más
aplausos. Se sintió enormemente feliz.
Una
a una respondió a todas las preguntas. Siempre cantando. Ninguna pasó a la
defensa y su equipo consiguió la victoria en el concurso. Sus compañeras la
abrazaron entusiasmadas y los profesores la felicitaron, pero ella sólo quería
llegar a casa para contárselo todo a su madre.
Al día siguiente,
recortó la noticia que aparecía en el periódico del colegio:
ORIGINAL CONCURSO DE “CESTA Y PUNTO”
“La edición de este año del concurso juvenil “Cesta
y Punto” ha resultado del todo sorprendente. La cantarina delantero del equipo Clase A respondió sin fallos a todas las
preguntas. Y además nos deleitó con una
nueva versión del musical “Sonrisas y Lágrimas” basada en el Antiguo
Testamento. ¡Enhorabuena chicas!”
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