“Ser
famoso en nuestra época es percibido y equivale a una hazaña memorable”
EL
PRECIO DE LA FAMA
Cada
semana, los niños de Menuda Noche
“juegan” a ser famosos
Eloína Calvete García
Nerea Fernández Leivas
“Queréis la fama, pero la fama cuesta, y aquí
es donde vais a empezar a pagar. Con sudor”. Con esta categórica frase daba
comienzo una serie de televisión norteamericana de los años ochenta. La
pronunciaba una profesora delante de un
grupo de jóvenes que se esforzaba por destacar en el mundo de la música y de la
danza. La serie tuvo una gran acogida en
nuestro país, quizás habría que señalar que aún no existían las cadenas
privadas de televisión, pero aún así, resultó inesperadamente exitosa entre los
jóvenes.
La
fama cuesta
Es una opinión generalizada que para alcanzar
el éxito hay que pagar un precio. Sin embargo hoy, alcanzar la popularidad se ha convertido en una meta. Las palabras de
Margarita Riviére, en su libro La fama:
iconos de la religión mediática, son concluyentes “Ser famoso, en nuestra época es
percibido y equivale a una hazaña memorable, lo cual expresa cambios en la idea
de excelencia, que utilizamos como referencia de lo que es socialmente
considerado como admirable o envidiable”. Y todo por obra y gracia de los
medios de comunicación, esos constructores de una realidad paralela que
encumbran y destronan siguiendo los dictados de la audiencia. Aumenta el número
de jóvenes que se presentan a castings y pruebas para participar en uno u otro
programa que, en teoría, les abrirán las puertas de la celebridad. Nada que
objetar, cada cual es libre de trabajar su dicha o su desdicha.
Pero todo cambia cuando son niños los que
aparecen actuando ante unas cámaras. Menores que repiten palabras estudiadas,
que siguen un guión y quese comportan como adultos en miniatura. Para Nicolás Castellano,
psicólogo infantil, “el niño pierde básicamente su personalidad, porque
adquiere la fama cuando se convierte en un
personaje, deja de ser persona, hay
un cambio de rol. Es un poco como un juego esquizofrénico. Cuando el niño está fuera del personaje trata de
volver a ser quien es, pero el personaje le provoca olvidarse de quien es para
ser otro. En ese juego de identidades en el niño puede darse un desequilibrio
emocional, confundir la realidad (persona) con la fantasía (personaje). El niño
tendría que ser muy adulto, muy maduro, para poder manejar eso, porque es
difícil pasar de un rol a otro, tener mis amigos de la ficción y mis amigos en
la realidad, mi familia de la ficción y mi familia de la realidad, mi vida, mi
quehacer en un lado, y mi quehacer en el otro. Es difícil conciliar las dos
cosas”.
Historia
de famosos o famosos con historia
No es fácil asumir la fama. Mirando hacia
atrás los nombres de Marisol, Joselito o Rocío Dúrcal acuden a nuestra memoria.
Son, o mejor dicho, fueron niños famosos. Sólo hay que repasar sus historias.
Todos intentaron conciliar la fama y una vida más o menos normal. Rocío Dúrcal,
cantante y actriz precoz, recordaba en una entrevista concedida a la revista Fotogramas: “El fenómeno tiene
compensaciones, ganas dinero… Lo bueno sería que se te utilizase artística y no
humanamente, pero la explotación comercial y humana suelen ir muy ligadas y
hasta que no te vas haciendo mayor no te vas enterando de las cosas, antes de
que te des cuenta te encuentras manejada por todo el mundo. Cuando te meten a
ser actriz, no sabes siquiera si te gusta serlo. Después, cuando estás en todo
el asunto hasta el cuello, piensas mil veces en dejarlo. Pero no puedes, porque
de ti dependen muchas personas. Ni para decir basta tienes suficiente
libertad”. Estas palabras resumen su experiencia.
La pequeña Marisol creció entre bambalinas.
La principal estrella infantil de los años sesenta padecía úlcera de estómago
con tan sólo quince años. Tenía treinta cuando decidió recuperar su nombre, Pepa
Flores, y espaciar su trabajo. Poco a poco se alejó de la fama y del
estrellato para tomar las riendas de su vida. Su compañero de éxitos, Joselito, el
pequeño ruiseñor, tuvo menos suerte. Su físico y su voz cambiaron y
perdió el favor del público y de los productores. Su biografía está plagada de
episodios trágicos: mercenario, traficante de armas, drogadicto. Tres niños,
tres historias, tres destinos marcados por una fama precoz y que se
desenvolvieron con mejor o peor suerte en sus vidas.
Pero éstas son historias antiguas, las hay
más recientes y más conocidas por todos. Michael Jackson, Macauly Culkin o
Tatum O´Neal. Quién no recuerda a Michael Jackson, el hermano más pequeño de
los Jackson’s Five, que se transformó en una especie de personaje negro-gris-casi
blanco y que destrozó su vida y su
talento entre operaciones quirúrgicas y tratamientos médicos. Aquel chico de Sólo en casa, Macaulay
Culkin, manejado por los productores y por unos padres a los que llegó a
acusar de robo, es actualmente un joven
de 31 años al que las drogas y el alcohol
han avejentado de manera prematura. También Tatum O’Neal tiene problemas
de drogas. La pequeña actriz de Luna de
Papel tiene hoy casi cincuenta años y aún no ha conseguido recuperar la
custodia de sus hijos.
Se pueden seguir citando nombres más o menos
recordados. Son ejemplos de lo que la fama hace con algunos niños. Sus
historias están ahí, con semejanzas y diferencias entre ellas, pero con un
denominador común. Sus vidas se desarrollaron fuera de los parámetros normales
de la infancia y se convirtieron en
objeto de atracción pública, en fenómenos mediáticos. Como recoge Ángela Tormo,
psicoterapeuta, en su libro Esto, eso,
aquello… también pueden ser malos tratos: “ser la persona más admirada,
fotografiada, amada y odiada no debe ser nada fácil, pero mucho menos cuando se
es un niño”.
Sin embargo, los niños siguen siendo presa
fácil del ansia de éxito, en la mayoría de los casos, estimulados por sus
padres. A pesar de una abundante legislación relativa a los menores, se
multiplican los casos de pequeños queaparecen en televisión. Para Antonio
Manfredi, editor de informativos de
Canal Sur y miembro del Observatorio de la
Infancia de Andalucía, “España es un país extraordinariamente normativo,
porque eso acalla la conciencia del legislador, pero luego hay un
incumplimiento. Y no se ejecuta ese incumplimiento, salvo en esos casos en los
que suponga una recaudación inmediata. El cumplimiento de la ley deja mucho que
desear. Y esto se asume como algo normal. Ya se sabe que cuando se legisla un
tema ya habrá quien se encargue de incumplirlo sin demasiados problemas”.
Legislación
“menor”
Haciendo un somero repaso
podemos establecer que, a nivel nacional e internacional, han aparecido un conjunto de leyes y
declaraciones relativas a los derechos del menor entre las que cabe destacar la Convención de
Derechos del Niño (1989) y la Carta Europea de Derechos del Niño (1992). En España, dos leyes orgánicas (1982 y 1996),
además de la Instrucción 2/2006 sobre el Fiscal y la Protección del Derecho al
Honor, la Intimidad y Propia Imagen de los Menores, constituyen el marco legal
específico en el que se abordan estas cuestiones. Según
afirma Juan Siso Martín, Doctor en Derecho Público, en la Revista Pediatría de Atención Primaria: “el respeto a los
derechos de los menores debe situarse en la base de los principios de nuestro
sistema de convivencia social. La minoría de edad, en ese sentido, se concibe
como aquella etapa de la vida caracterizada por la insuficiencia de la persona
para proporcionarse, a sí misma, los medios necesarios de protección en el
ejercicio de los derechos personales”.
Regulada y legislada la situación del menor, cabe preguntarse por
qué, como señala Antonio Manfredi,
“hay un incumplimiento latente cuando los padres llevan a los niños a un
casting, es decir, incluso si analizamos la normativa más rotunda, del año
2006, en la que el Fiscal General del Estado indica, en lo que se refiere al
respeto a la infancia, que ni siquiera la autorización del padre, de la madre o
del tutor deja libre a una cadena de poder utilizar la imagen de un niño. ¿Qué ocurre? Que hay
padres y madres que ven en ese niño de nueve años un futuro Messi que,
probablemente, vaya a ser multimillonario”.
Efectivamente, existe una inobservancia de
las leyes relativas a menores en televisión y un incomprensible interés por
parte de algunos progenitores que ha traído consigo incluso una literatura
específica. Títulos como Tu hijo puede
ser un crack de Jaime Alguersuari, organizador de grandes eventos
deportivos, instruyen a los padres en el descubrimiento de las claves que
permitan reconocer el potencial talento, en este caso deportivo, de un chaval.
Convertir al niño en el número uno, en el mejor, se transforma en el proyecto
de vida de toda la familia, aunque el mismo autor del libro reconoce en una
entrevista concedida a la revista Diez
Minutos que “el 99% de los padres no va a conseguir que su hijo llegue a
ser un crack”.
Es decir, por cada niño que triunfe, muchos
otros se quedarán en el camino. ¿Qué ocurre con estos menores? Jaime
Alguersuari afirma que “no debe ser un drama”. Sin embargo, para el psicólogo
Nicolás Castellano “al niño se le enseña subliminalmente que es querido en
función de sus logros, no es aceptado en función de él mismo. Es muy importante
que los padres sepan minimizar. Minimizar tanto el fracaso como el éxito. Eso
hay que entenderlo para no cargar la culpa del fracaso sobre la persona del
niño. Una culpa que no puede asumir, porque tampoco ha sido su culpa”.
¿Y qué empuja a esos padres a buscar el
reconocimiento público de sus hijos? Porque está claro que son los progenitores
los que deciden llevar a su hijo a un casting, montarlo en una moto o poner una
raqueta en sus manos cuando apenas levantan un palmo del suelo. “Influye sobre
los padres el afán de notoriedad. En otros casos los motivos son económicos.
Eliminar un deseo frustrado, es decir, que sus hijos consigan lo que ellos no
han conseguido y que sus hijos sean lo que ellos no pudieron ser. Pero tienen
que entender que el hijo no es una copia del padre, no es un clon”. Las
palabras del psicólogo infantil nos revelan algunas claves de los
comportamientos paternales. Porque a pesar de toda la legislación, los padres
siguen siendo los principales responsables de sus hijos.
José Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz y
Defensor del Menor, apunta que “teóricamente son sus padres lo que tienen que
protegerlos. Son programas que yo puedo catalogar de mal gusto, no los veo y ya
está. Pero nadie ha podido demostrar que a esos niños se les esté vulnerando un
derecho, de hecho no puede hacerse constar que exista una vulneración de algún
precepto del ordenamiento jurídico español,
ni tampoco se puede hacer constar que la Fiscalía del Menor haya
actuado”.
Justamente, como bien señala José
Chamizo, la Fiscalía de Menores aún no ha realizado ninguna actuación
relacionada con este tipo de programas. Daniel Valpuesta
Contreras, Fiscal Coordinador de Menores de Sevilla,
quiere dejar claro que a la Fiscalía no
ha llegado ninguna queja relacionada con este formato televisivo “lo único que
nos ha llegado, porque además es preceptivo, es la notificación de la
intervención de los niños, y sin que exista aunque sea una mera sospecha de que
los derechos de algún menor son vulnerados, la fiscalía no puede intervenir”.
Porque, aunque la Instrucción 2/2006 señala que “el fiscal podrá actuar de
oficio para proteger los derechos de los menores…”, también deja claro que esta
autoridad legal “deberá, en todo caso, utilizarse con prudencia, ponderando
todos los intereses en conflicto…Habrá de ser excepción la intervención
autónoma del Fiscal cuando el menor afectado tenga progenitores en pleno uso de
las facultades inherentes a la patria potestad…” Es decir, queda meridianamente
claro que son los padres los que, en última instancia, deciden sobre lo que es
conveniente o no para sus hijos.
Quejas
“menores” e instituciones
José Luis Calvo, portavoz de la Asociación
PRODENI (Pro Derechos del Niño y la Niña), afirma que desde su asociación se
han presentado diferentes quejas en relación con los niños que aparecen en
programas de televisión, pero todo ha sido en vano porque “en general, esto es
mercado. Los niños venden, lo precoz es atractivo y las productoras saben muy
bien aprovechar el momento y subirse la ola.
El mundo político se preocupó más del
impacto en horario infantil de temática inadecuada, de programas basura,
aunque tampoco sirvió de mucho la regulación pactada”.
El Consejo Audiovisual de Andalucía desestimó
en el año 2007 una queja referente a una
supuesta “utilización inadecuada de
menores”, en el programa Menuda Noche
de Canal Sur TV. Sin embargo, la institución reconoció que el empleo de niños
en televisión despierta suspicacias “por la traslación, a la sociedad en
general, y al público infantil, en particular, de dudosos valores relacionados
con la popularidad vacua y el éxito intrascendente…”.
Las declaraciones del entonces presidente del
Consejo Audiovisual de Andalucía, Manuel Ángel Vázquez Medel, al diario ABC señalan el principal problema que se
presenta cuando se trata de analizar la pertinencia de este tipo de emisiones:
la imposibilidad de que un menor sea plenamente consciente de lo que implica
aparecer a menudo en televisión y convertirse en fenómeno mediático más o menos
fugaz. Convertirse en famoso y ser capaz de asumir la fama… o el olvido. Para
el psicólogo Nicolás Castellano “si el éxito no continúa el niño se va a ver
privado de una serie de refuerzos, de una serie de beneficios que obtenía de un
modo más o menos fácil. Ese vacío le puede llevar a temas de depresión, a temas
de conductas adictivas”.
Además, el catedrático Vázquez Medel suscribe
en el diario anteriormente reseñado: "es
preocupante el uso de menores en programas que no están dirigidos a niños y en
el que éstos no actúan como niños, no pueden exhibirse niños como objetos de
una barraca de feria". Desde el Observatorio Europeo de Televisión
Infantil y desde Unicef también se ha alertado sobre este tipo de programas. No
obstante, por centrar el reportaje en un caso cercano, Menuda Noche lleva ocho años en antena.
¿Programa infantil?
En la página web de Canal Sur se puede leer:
“Menuda Noche es un programa protagonizado por niños
y dirigido tanto para críos como para el resto de la familia... La inocencia,
la frescura, la espontaneidad y la autenticidad de los niños andaluces son
algunas de las claves que han hecho que Menuda
Noche triunfe, enganche y siga en la Televisión Pública andaluza desde hace
ya varias temporadas”. Inocencia y frescura, sí. La espontaneidad y la
autenticidad son, como poco, discutibles, después de conocer el funcionamiento
interno del espacio televisivo.
Cayetano, de ocho años, y Juan David, de
cinco, son dos de los niños que aparecen en el programa. Fueron seleccionados
en Lora del Río (Sevilla) tras un exhaustivo casting en el pueblo. El más
pequeño se ha convertido en una auténtica “estrella”. Al mayor hace ya más de
un mes que no lo llaman. Sus historias difieren en tanto que Cayetano, según
palabras de su madre, es “un niño normal, creo que lo escogieron porque es muy
guapo” y Juan David es un pequeño “experto” en la Semana Santa que hace sonreír
a los mayores cuando imita las voces de los capataces costaleros y las posturas
de las figuras de distintas hermandades cofrades.
“Todos por igual, valientes. Al cielo con
ella”. La vocecita de Juan David resuena en el salón de su casa mientras hace
una demostración de sus habilidades. Tras vocear como un capataz cofradiero y
golpear el llamador del paso en miniatura que le han adornado en la tele, se
mete debajo y lo levanta meciéndolo. A su madre y a su tía se les ilumina la
cara. “Él es siempre así, nunca está quieto y habla sin parar. Le gusta todo lo
relacionado con las cofradías. Ya nos han llamado con las preguntas del próximo
programa, se las aprenderá en un plis-plas, tiene muy buena memoria”. La abuela
de Juan David le llevó al casting que se hizo en el pueblo, estaba convencida
de que su nieto sería escogido y así fue. Toda la familia gira en torno al
pequeño y se turnan para llevarle al programa.
Pero la psicoterapeuta Ángela Tormo advierte que “ver a los hijos en la
televisión, en vallas publicitarias, en revistas, aunque sea muy gratificante y
eleve el ego, no es motivo suficiente para someter a menores a innumerables
castings, hacerles perder el colegio, reducir su tiempo de juegos…”. La madre
del pequeño Juan David asegura que, de momento, para él todo es pura diversión,
que está deseando acudir al programa y
que le encanta sentirse el centro de atención. Normal en un chiquillo de cinco
años que acaba de descubrir las ventajas de la fama.
Cayetano es un niño muy formal. Se sienta
erguido en la silla esperando las preguntas y reconoce que fue al casting por
propia iniciativa. Encontró el anuncio de la productora ZZJ en la tienda de
chuches del barrio. El lugar de la convocatoria era la plaza del Ayuntamiento.
Convenció a su madre para que le llevara, los niños tenían que acudir
acompañados de un adulto o tutor. Rubio
y con unos inmensos ojos azules, ahora se pregunta por qué llevan varias
semanas sin llamarle. Su madre cree que porque ya es mayor, aunque hay niños
que continúan apareciendo con diez y once años. Es el menor de tres hermanos y
su asistencia al programa estuvo muy controlada por sus padres. En todo momento
tuvieron presente que el colegio era lo más importante para el chaval y sus
intervenciones fueron muy espaciadas.
En ambos casos se siguió, y con Juan David
aún se sigue, la rutina habitual para los pequeños que son ubicados en “la
escalera” del plató, el lugar desde el cual dirigen las preguntas a los
invitados de cada noche. Porque ese es el cometido principal de estos pequeños,
entrevistar al personaje asistente. Actores, cantantes, humoristas y hasta
algún político han pasado por el programa. En otro apartado se sitúan los niños
que cantan o bailan, los niños artistas. Con ellos la productora sigue otra
dinámica, que no se ha podido establecer ya que
han hecho oídos sordos a cualquier petición de entrevista para este
trabajo.
Según relatan Jésica,
la madre de Juan David, y Mª del Carmen, la mamá de Cayetano, la semana
anterior a la aparición del niño en el programa se ponen en contacto con ellas y les dictan las
preguntas que los pequeños tienen que hacer al invitado. A partir de aquí, los
progenitores se comprometen a ayudar al niño a memorizar sus “espontáneas”
preguntas y comentarios. Como se puede entender, esto deja poco espacio a la
improvisación, aunque siempre puede surgir alguna observación, son niños. El
día elegido para la grabación, casi siempre un martes, llegan con el texto
aprendido y comienzan a ensayar con el presentador. Ni a los ensayos ni a la
grabación asisten los padres, que están reunidos en una sala aparte mientras
los niños actúan. Terminada la sesión, todos vuelven a casa. Ambas señalan que
no hay por medio compensación económica, salvo los gastos de gasolina y algún
que otro regalo a los pequeños después de algún programa especial: mochilas,
balones, material escolar…
Los dos chiquillos de Lora del Río fueron
seleccionados hace pocos meses, pero algunos niños llevan apareciendo en el
programa cuatro o cinco años. Apariciones semanales en algunos casos, y cada dos o tres semanas en otros. “Nosotros – cuenta Mª del Carmen- estamos
relativamente cerca de Sevilla, pero había niños de Cádiz y de Granada cuyas
madres se traían los pijamas para que los pequeños durmieran en el coche de
regreso a sus casas. La grabación se termina a las nueve o nueve y media de la
noche y habían salido a las dos o las
tres de la tarde para llegar al plató a las seis. Si mi hijo se quejaba a veces
de que llegaba cansado, imagino lo que supondría para los otros niños… No sé
hasta qué punto eso compensa. Además está el tema de la ropa. Allí había madres
que comentaban que se habían gastado cien euros en un traje para su hija, para
el programa especial dedicado a Unicef. Eso me parece muy fuerte. Aunque allí
nunca te exigían nada, cuando había alguna gala nos pedían a las madres que los
niños fuesen un poquito más arreglados”, Mª del Carmen se asombra de que los
padres de estos pequeños, “habituales” casi cada semana, aseguren no recibir nada a cambio. La fama
cuesta.
Por otra parte, asegura que ha oído hablar de
que a algunos les han dado becas escolares, pero subraya que sobre el tema de
las compensaciones todo son rumores y comentarios que no ha podido constatar. Su hijo sólo ha
acudido al programa en siete u ocho ocasiones, y afirma que los padres que
llevan más tiempo asistiendo a las grabaciones forman “un grupo aparte” que se
relaciona poco con otros progenitores. Cayetano parece haber aceptado que no le
vuelvan a llamar. Quizás, como dice su madre, sea ya “mayor”, pero él asegura
que no le importaría regresar a “la escalera”.
El público que asiste a la grabación está formado
por adultos. Los únicos menores son los pequeños que interrogan al invitado y
cuentan algún chiste o los que actúan cantando y bailando. Para Nicolás
Castellano, este formato no se puede denominar programa infantil: “Menuda Noche es un programa hecho por
adultos y para adultos centrado en divertirse a costa de los niños. De algún
modo, el niño es un muñequito de feria que se pone allí, al que se le dicen una
serie de cosas que tiene que decir, que las dice con más o menos gracia y que
está al servicio del adulto. No creo que sea bueno para el niño porque, sí, le
da cierta popularidad, cierta notoriedad, que después va a acabar perdiendo,
pero ahí el niño saca muy poquito de todo eso”.
Ocho años en antena son muchos años. Todo un
récord en televisión. La competencia entre las distintas cadenas hace que los
índices de audiencia determinen la duración de los distintos formatos en las
parrillas televisivas y hay pocos que se mantengan tanto tiempo.
Pero,
¿quién quiere la fama?
Menuda
noche es sólo un tipo de programa en el que los menores ejercen de
protagonistas; antes ha habido otros y, es de suponer, que nuevos modelos
surgirán. Lo que cabe preguntarse es por qué sigue en antena a pesar de las
dudas que suscita sobre su conveniencia. Todos los entrevistados y la
literatura consultada advierten de lo
inadecuado de someter a los más
pequeños a este tipo de presión mediática. Las madres de los
chiquillos que aparecen en Menuda Noche
no creen que sus hijos corran ningún tipo de riesgo especial por acudir a
“pasar un buen rato”. Evidentemente, si lo pensaran no los llevarían al
programa. Así lo afirman y, por tanto, hay que dejar constancia de ello.
Sin embargo, no es esa la opinión
generalizada de los distintos expertos consultados. Para Antonio Manfredi,
miembro del Observatorio de la Infancia de Andalucía: “los niños son niños y
tienen un tratamiento especial. Quien no entienda eso se está equivocando. Y no
digo un tratamiento distinto, porque son niños, no son tontos. Los niños
necesitan un marco de respeto y de desarrollo personal que les garantice el día
de mañana ser unos adultos libres y capaces. Las televisiones generalistas esto
no lo entienden así. Entienden al niño como un factor de gasto”.
El psicólogo Nicolás Castellano advierte otra
vez sobre el problema que suponen los padres, “son los que deciden si el niño
participa o no participa. Pienso que el niño no va a decidir nunca participar o
no participar. Él puede querer participar porque le llame la atención, pero no
decide. Porque decidir implica un proceso de análisis de lo positivo y de lo
negativo, de lo que conviene y de lo que no conviene. El niño no entra en ese
proceso. Le llama la atención, quiere salir en televisión, y lo hace. Son los
padres los que al final deciden si lo hace o no lo hace”. Con él coincide Ángela Tormo, psicoterapeuta
dedicada a los problemas de la infancia, familia y adultos, “la mayoría de los
niños y niñas famosos han llegado a ello porque sus padres se han empeñado en
llevarles a castings y en hacerles pasar cualquier prueba con tal de poder
presumir ante la familia y los amigos…”.
Los intereses de las cadenas de televisión y
el afán de protagonismo de algunos padres son, pues, los principales
impedimentos a los que se enfrentan las distintas instituciones y asociaciones
que cuestionan este tipo de programas. Unos obstáculos que, a tenor de lo
señalado por el Fiscal Coordinador de
Menores de Sevilla, ni la legislación
vigente puede soslayar.
Aunque algunos apuntan posibles soluciones.
Desde el Defensor del Menor se señala que “podría establecerse un código de
autorregulación para evitar que los niños sufran efectos perversos, que los niños no vayan más
de una vez o dos al programa…”. Y Nicolás Castellano aconseja: “como forma
de paliar un poco los efectos en el
niño, incluiría público infantil. Lo que pasa es que eso implicaría hacer un
programa diferente. En todo caso, lo dejaría mucho más desde la espontaneidad
para que realmente sea para una audiencia menuda”.
Soluciones que se brindan porque todos son conscientes
de que mientras el programa mantenga sus índices de audiencia, mientras a la
cadena de televisión y a la productora les reporte pingües beneficios, los
intereses de los menores, las posibles consecuencias psicológicas de su
prolongada exposición mediática, no serán tenidas en cuenta. Y aquí es
necesario recuperar las palabras de José Luis Calvo, portavoz de PRODENI, “esto
es mercado. Los niños venden, lo precoz es atractivo y las productoras saben
muy bien aprovechar el momento y subirse la ola”. Sin olvidar lo que se recoge
en el libro de Ángela Tormo Esto, eso,
aquello…también son malos tratos, “maltrato emocional: cuando no se toman
en consideración las necesidades psicológicas del niño o de la niña,
particularmente las que tienen que ver con las relaciones interpersonales y la
autoestima”.
UN CASO MUY ACTUAL: LADY GAGA
“Stefani Joanne Angelina
Germanotta, mejor conocida como Lady Gaga, es una cantautora de éxito mundial
que ha llamado la atención por sus estrambóticas vestimentas e insólitos
comportamientos... Fue una niña prodigio en la música y desde los 4 años tocaba
el piano. Se educó en una escuela católica y privada. Tuvo pocos amigos, solía
llevarse mejor con los hombres que con las mujeres y se vestía diferente del
resto de niñas, es por ello que se sentía una freak”.
Así comienza el análisis psicopatológico que
Daniela Nugué Oneto, estudiante de 5º de Psicología Clínica en la Universidad
Espíritu Santo de Ecuador, realiza de Lady Gaga en la revista PSIQUIS, de dicha institución académica.
La conducta de esta joven
artista, nacida en 1986, viene marcada por la provocación; su forma de vestir y
sus actuaciones siempre traen consigo la polémica. Según Daniela Nugué, esto
aparece determinado por la necesidad de esconder su verdadera personalidad de
chica tímida e introvertida, insatisfecha consigo misma y con su físico. Las
drogas y el alcohol, además de la cirugía estética en diversas ocasiones, han
formado parte de su vida, aunque actualmente parece libre del consumo de estas
sustancias. Siguiendo los manuales psiquiátricos en el análisis se establece
que Lady Gaga padece lo que se denomina un “trastorno de personalidad histriónica” que se caracteriza,
entre otras cosas, por una constante búsqueda de aprecio y atención. Además de
una enfermiza preocupación por el aspecto físico y un elevado egocentrismo.
Como conclusión, Daniela Nugué
afirma que si Lady Gaga “en el futuro llega a fracasar o a perder su fama, es
posible que caiga en una depresión, exponiéndola nuevamente al consumo de
sustancias y, en última instancia, a comportamientos autodestructivos”
La fama cuesta.
La fama cuesta.