HACER
SENDERISMO
Mi última
jornada senderista de la temporada discurrió por la playa de Bolonia Baelo
Claudia. Y resultó toda una experiencia. Quería celebrar mi sesenta cumpleaños
de manera especial y lo conseguí. ¡Vaya si lo conseguí! Fue un gran día. Una
jornada en la que descubrí que hacer senderismo es algo más que ‘caminar por el
campo siguiendo un itinerario determinado’ (RAE)
La ruta comenzó atravesando
un hermoso bosque de pinares que discurre paralelo al mar. Todos en fila recorríamos
el arenoso sendero contemplando el paisaje. Marchábamos sudorosos, deseando
llegar a la playa para iniciar un camino más fresco. Cuando bajamos hasta la
orilla el panorama nos deslumbró. Es hermosa la playa de Bolonia, muy, muy hermosa. El trayecto continuaba por una zona rocosa
hasta alcanzar las ruinas de la antigua ciudad romana de Baelo Claudia. Justo ahí
comenzaron mis dificultades. Mi relación con el equilibrio no es muy buena (por
no decir mala), pero aún así me adentré en la pétrea senda decidida a superar
mis miedos. Respiré hondo y comencé a transitar entre las rocas que jalonaban
la playa. Poco a poco me fui quedando atrás. Cada vez más inquieta me daba
ánimos para continuar, creí que lo conseguiría, hasta que resbalé. No pasó nada, me mantuve en pie, pero el miedo
se impuso. ¿Qué quién dijo miedo? Yo, yo
lo dije en aquellos momentos. Me quedé aturdida, incapaz de dar un solo paso
más.
Y entonces, como en las
mejores pelis del oeste, apareció la caballería en forma de tres fantásticas
compañeras: Ana, la monitora principal, y Reyes y Rocío, dos jóvenes
senderistas que acababa de conocer. Mis ángeles de la guarda de aquel día. Ana
se había percatado de mis dificultades y había localizado una ruta alternativa
por los pinares. Reyes y Rocío decidieron acompañarnos e iniciamos una ardua
escalada hasta el bosque de pinos. Una vez arriba, caminamos buscando un
sendero que nos acercara al grupo principal, pero nos habíamos retrasado demasiado.
Ya no era posible. Entonces decidimos buscar un lugar para comer y esperar a
que nos localizaran. Después vendrían a recogernos. Todavía anduvimos un buen
trecho hasta encontrar dónde almorzar y reponernos de las tragicómicas
peripecias entre acantilados, rocas, arena y pinos. ‘Justito de copas’ se llama el chiringuito que
nos acogió. Un lugar precioso gestionado por personas encantadoras.
No, no pudimos llegar a Baelo Claudia. El recorrido por la antigua
ciudad romana era mi ilusión cuando me apunté a la ruta; sin embargo, no creo
haber perdido con el cambio de trayecto; al contrario, me siento feliz. La
vetusta urbe puede esperar. Resultaron mucho
más gratificantes las horas de compañerismo y risas que viví con Ana, Reyes y
Rocío que cualquier visita que hubiera podido realizar. No solo compartimos viandas,
también nos repartimos el cansancio entre bromas y anécdotas. Y sí, superé y superamos las circunstancias adversas. Con
complicidad y camaradería. Con empatía y solidaridad. Porque todo eso implica
hacer senderismo, además de ‘caminar por
el campo siguiendo un itinerario determinado’ (RAE)
Y solo me resta dar las gracias: Gracias, chicas, gracias por un
día genial. Gracias por minimizar mis temores y ensalzar mis logros. Gracias por
hacer inolvidable mi jornada senderista-cumpleañera.
Feliz verano.
Nos vemos en septiembre.
ECG.